‘Sé cómo se siente Bale, yo viví una pesadilla‘, decía Jonathan Woodgate en la última entrevista concedida a un medio de comunicación deportivo. Nadie mejor que un jugador que había vivido un calvario parecido al que el galés sufre durante estos largos meses para hablar del tema.
El Diccionario de la Lengua Española (RAE anteriormente), define la palabra Reminiscencia como ‘acción de representarse u ofrecerse a la memoria de algo que pasó’. Quizá, este testimonio de Woodgate y la situación de Bale tengan algo que ver con este vocablo tan sumamente interesante.
Se han narrado miles de historias sobre jugadores que llegaron a un club y fracasaron, pero ninguna como la de este portento físico del que jamás un aficionado pensó en su momento que podría ser víctima del dolor más duro de superar.
Gareth se adentró en la plantilla por un precio hasta 5 veces superior de lo que lo hizo Jonathan (22 millones de euros), pero sufrió un mismo síntoma desde su llegada. Parecía ser que este jugador, pese a presumir de una potencia brutal, de un posicionamiento extraordinario, de una calidad ensimismante, tenía un problema grave. Desde los primeros encuentros se empezó a ver a Bale como un futbolista con el que se tenía que guardar cierta precaución, pues en cualquier momento podría resentirse. Debutó frente al Villarreal, marcó, pero se le cogió entre algodones y se le trató como aquel idílico ‘Príncipe de Gales’ que, en lugar de ser un ‘Expresso de Cardiff’, terminó siendo un vasallo de la corte con cierto aire de café solo.
A partir de entonces, pocos son los que mantienen su esperanza en su posible evolución. Se siguen esperando las arrancadas portentosas, aquellas vistas tantas y tantas veces en el Tottenham y que se resumieron en la final de Copa del Rey en Mestalla en la que Marc Bartra no pudo percatarse del misil que le traspasó. Se atiende también a un posible tanto como aquel que pudimos ver frente al Galatasaray en Champions o ante el Elche en Liga.
Se sigue esperando, a fin de cuentas, que algún día arrastre una continuidad suficiente como para ser aquel que sustituya a Cristiano Ronaldo, y no el que se marchó por la puerta de atrás, tal y como hizo Kaká, Robben, o, en su momento, Jonathan Woodgate.
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