Antiguo héroe desde el césped, la actual situación de Ziganda en el Athletic roza límites esperpénticos en cuanto a cuan bajo se puede caer. Rehén de sus propias palabras el día que asumió el cargo, en cualquier otro club ya hubiera recogido sus enseres de su despacho con una palmadita en la espalda y un agradecimiento por los servicios prestados. Cumplir un sueño es lo que tiene.
El navarro llegaba con el aval de su trabajo con el filial, un grupo en constante aprendizaje aspirando a poder codearse con músicos de primera categoría en la élite, donde llegan muy pocos y donde todavía menos destacan por encima de la media. Para el Kuko, tras sendas experiencias con un grupo humilde que llegó a tener repercusión en Europa (el At. Osasuna que disputó la UEFA) y con una big band hecha deprisa y corriendo con retales que no casaban ni con cola (el Xerez en su último periplo en Primera), la oportunidad de volver a una escena que siempre había forjado grupos y carreras para el recuerdo como era Lezama, podía ser su última oportunidad de dejar de ser un «one hit wonder» que vive de la herencia de su pasado para escribir una nueva saga para el recuerdo de una banda cuya personalidad y capacidad era de sobras conocida.
Y es que heredó un Athletic que, a su manera, venía de trabajar con dos de los mejores compositores llegados por estas tierras: El genial y excéntrico Marcelo Bielsa, quien sumió al club en un viaje por la más profunda de las psicodelias experimentando hasta el límite, y Ernesto «Txingurri» Valverde, compositor mucho más ortodoxo que su predecesor y con una habilidad innata para explotar todas las virtudes de la banda para la que escribía y, a su vez, disimular sus defectos, que haberlos, haylos. Por encima de ellos, una discográfica liderada por Urrutia que, como todas las empresas de su estilo, cedían (o al menos simulaban que lo hacían) mientras hubiera beneficios, dando igual como se obtenían los mismos.
Cuando Valverde decidió cambiar al grupo de su corazón por la mayor maquinaria del espectáculo, una de las pocas capaces de asegurar «sold-outs» allá por donde pasara, Urrutia le confió a Ziganda el devenir del grupo. Un grupo con talento, con mimbres pero necesitado de alguien que les guíe en la buena dirección. Era su momento. Era la hora de demostrar que podía ser un compositor de éxito y enterrar el sambenito de «one hit wonder».
Varios meses después, una banda que con sus predecesores era capaz de ser una moneda al aire con actitud bajo la tutela de Bielsa o una orquesta de sólida base y grandes solos para regocijo de sus seguidores con Valverde, se convierte en un grupo caduco, incapaz de afrontar siquiera las notas más básicas sin chirriar y cuyos habituales recursos para salvar los bolos suenan viejos, distorsionados y tan pobres que no sorprenden a ninguna otra banda a la que se enfrentan cada fin de semana y desesperan a su fans. Los músicos, otros ejecutores magistrales de piezas que siempre habían funcionado en sus conciertos, buscan desesperados un atisbo de liderazgo y de guía en un banquillo en el que el compositor se ve superado por las circunstancias, por su inexperiencia y por su propio ego, siendo él mismo su peor enemigo, porque si no puedes encontrar soluciones, eres parte del problema.
Lo sucedido anoche ante la SD Formentera fue la gota que colmó el vaso. Un grupo al que sus seguidores, siempre fieles, empezaban a ver desencantados, les regaló una noche para olvidar ante un grupo novel en grandes escenarios, con instrumentos de segunda mano en el mejor de los casos, pero con un corazón y actitud a prueba de bombas, quienes consiguieron escribir sin duda el mejor tema de su historia mientras enfrente suyo veían a una banda de pasado ilustre desmoronándose a la par que Ziganda seguía convencido de que la obra se podía enderezar.
Ya no hay momentos buenos o malos para decidir. La banda se desangra y nuestro «one hit wonder» sigue sin hilar ni un solo tema salvable. Si no hay reacción, los seguidores pueden dar la espalda a un proyecto que sólo amenaza con seguir su descenso a los infiernos. Y es que hemos pasado de ser habituales en las listas del Billboard a estar al borde de desaparecer de los charts. Puedes sonar mejor o peor, tener días de inspiración y tardes poco afortunadas, pero 5 meses después, es indefendible no sonar a nada. Y el Athletic de Ziganda suena peor que la nada.
Por @zarrismoilustrado