El Athletic, acostumbrado a vivir en los últimos años en la zona noble de la tabla, se encuentra con una tormenta a la que la gran mayoría de la plantilla ni siquiera se ha enfrentado antes. Mientras resurgen fantasmas del bienio negro y el resto de familias avanzan por los pastos que en el pasado eran los habituales de los leones, la plantilla a duras penas sabe como hacer frente a lo que se avecina. Ya no es momento para la lírica y ciertos jugadores han de aprender rápidamente que lo que se acerca es volver al barro, a pelear cada metro y a vencer o morir. En este contexto, Mikel Rico vuelve a la vida.
En tales circunstancias, un jugador que ha sido residual durante las dos últimas temporadas, se yergue para presentarse como una solución para Ziganda. El de Arrigorriaga, con sus 154 partidos como miembro de la manada a sus espaldas, ha vivido en el ostracismo durante los tiempos brillantes, en los que hasta el pivote era mejor asistente que recuperador. Unos tiempos en los que el equipo funcionaba con una gran sincronía en la que jugadores del perfil de Rico tenían el banquillo o la grada como principal destino.
Pero los tiempos de bonanza parecen lejanos y, con la oscuridad cerniéndose sobre San Mamés, el jugador que entrena como el que más, que ayuda como el que más y que nunca ha abierto su boca para reclamar atención y/o minutos, se ha destapado como la opción desesperada para Ziganda. Un Athletic que, como en su día hizo Don Vito Corleone, sustituyó al que era su «consigliere» habitual, perfectamente capacitado para llevar al barco a puerto con climas favorables, por un «consigliere» experto en el arte de la guerra, las trincheras y la lucha sin cuartel.
Porque si algo de bueno ha tenido la vuelta del ex del Granada al once, es que ahora al menos hay un jugador sosteniendo una estructura que se caía a pedazos. No es el mejor distribuyendo, ni el más técnico y, probablemente por talento, ni siquiera sea el mejor mediocentro de la plantilla a la hora de recuperar el balón pero, a diferencia del resto, es un superviviente nato, un perro de presa al que el barro, la lluvia y la suciedad ni le importan ni le preocupan. Mikel Rico es el solucionador que compensa al equipo. Sin ruido, sin alardes, sin excesos. Sólo trabajo, trabajo y trabajo.
Esperemos que, el día que vuelva a brillar el sol, no olvidemos a quienes picaron piedra en las catacumbas para devolver al Athletic al lugar que le pertenece. En situaciones como la actual, Mikel Rico deja de ser un soldado raso esperando turno a ejercer de teniente coronel. «Il consigliere» que Ziganda necesita. La familia reescribirá su futuro inmediato sobre sus espaldas. Y Mikel las tiene muy anchas.
Por @Gomilalopez