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Lo de siempre (o casi siempre)

Messi imperial, mandó hoy en el Bernabéu. / Fútbol Club Barcelona

A las 13:00, para que lo vieran en China, en la India y, por qué no, también en Singapur. Lo discutible de la hora no nos incumbe a nosotros, quizás sí a Ter Stegen, que se pasó 45 minutos cerrando y abriendo los ojos para no ser deslumbrado y, a la vez, poder seguir evitando los goles del rival. Lejos del horario: lo de siempre (o casi siempre).

El Clásico, como una buena cena de Nochebuena, tiene un menú estándar que se repite casi siempre, guste más o menos, a unos u otros: Messi, el colegiado y Zidane.

Zidane y Messi hoy han ido de la mano. Cuando uno ha ido el otro no, el problema es, que cuando uno va, y es el argentino, se van todos. Porque en la primera parte Zidane ha planteado un sistema genial de presión, aislando a Messi y a Busquets. Kovacic era el rey del centro del campo y solo Paulinho generaba peligro (sí, Paulinho, el de los 40 millones). Con lo que no contaba Zidane era con que en los 15 minutos del descanso, por casualidad divina, Valverde dijese a los jugadores lo que tenían que hacer para huir de la presión blanca. Pues no contó con eso Zidane, Messi sí, y tanto.

De ahí ha surgido lo inevitable, Busquets buscaba salida por Modric y no por Kovacic y Casemiro y diez metros más adelante, Messi generaba. Primero Suárez, luego Messi. Uno empujando y otro asistiendo (y luego marcando el penalti) dejaban la mañana sentenciada.

Pero un partido de fútbol, y menos un Clásico, no puede quedar así. Porque cuando se te olvida que a Zidane se le olvidan cosas, y también se te olvida que Messi está jugando, te pones a pensar en que a ver porqué tiene que ser el árbitro el protagonista. Entonces le encuentras sentido a todo. Primero porque Ramos hace una salvajada y se va como si nada (y encima protestando, muy de él) o segundo porque el balón sale (y no poco) y marca el tercero el Barcelona. Después de todo, y si abres los ojos al exterior, visitas ayer el Benito Villamarín y ves una roja a Amat que oye, se le va la pierna y quizás, solo quizás, se le puede expulsar. El problema llega cuando a Ramos se le va la mano y quizás, solo quizás, no se le puede expulsar. En ese preciso instante, te percatas de que a otros les perjudican (qué cosas, ¿no?) pero poca, muy poquita gente se ha enterado.

Pero esto es el fútbol, para unos, y para otros. El Barcelona ha sentenciado la Liga, dicen. El Madrid ha hecho muchas cosas, y de esas muchas cosas, un gran número son gestas, por ello, yo no sentencio la Liga. El que quiere sentenciar la Liga es Messi, que se habrá molestado porque Cristiano Ronaldo le ha igualado en balones de oro y, tontorrón él, quiere volver a superarle. Mientras tanto, Zidane debe pensar en qué ha fallado (y en Isco) y en si cuando dice «ahí pasa algo«, lo que pasa es que le han ganado.

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