El deportivismo está cansado, cansado de verdad. Ayer, día 23 de diciembre, la afición deportivista se encaminaba al Estadio de Riazor en la víspera del día de nochebuena. La afición deportivista una vez más había respondido, y esperaba una victoria que le hiciera pasar unas navidades más tranquilas en cuanto a la situación de su equipo se refiere, unas navidades felices tras un empujón moral después de vencer al eterno rival, pero no, no ocurrió, y esto no es noticia. El club está roto, después de desilusiones y falsas promesas. El aficionado solo espera que su equipo pelee, el aficionado es consciente de que su objetivo no es jugar en Europa la temporada siguiente. Porque ser del Deportivo se ha convertido en una rutina de mediocridad constate. Esa rutina consiste en motivarte a ti mismo durante la semana, llegar al estadio motivado, motivar a tu equipo, y encontrarte con un marcador adverso antes de que el reloj marque los quince minutos de juego. Y por primera vez en mucho tiempo, esta derrota no nos deja cabreados a mí y al deportivismo, deja una sensación de apatía que es lo peor que puede sentir un hombre que siente pasión por el fútbol y por su equipo. Son siete años de derrotas, una tras otra. Siete años de alegrías contadas, pese a que siempre ‘hay equipo’ para más que eso. Siete años de desastre, desastre negro y absoluto. El equipo ha logrado transmitir esta sensación que está despegando al deportivismo de lo que de verdad quiere. Porque hoy, muchos, en vez de estar cabreados, les es indiferente. Se ha llegado a una situación donde un gran número de personas sienten que ya da igual, que ya se sabe que va a pasar y que no se puede hacer nada. Y ahí cada miembro del club se equivoca, porque el casi único motor del club es su afición, y ha logrado cansarla y dejarla indiferente. Para colmo, esto sirve para el gozo de otros que se hacen llamar ‘deportivistas’, pero que realmente velan por el bien del ya conocido ex-presidente. ¿El mayor problema? La búsqueda de culpables es una quimera. Por el banquillo han pasado siete técnicos en las últimas tres temporadas y media, desde luego, siendo el rendimiento del equipo pésimo con todos y cada uno de ellos; desde un plano general y con estos datos en la mano, este no parece el problema. ¿Será el problema entonces de la dirección deportiva? Los tiros apuntan a Richard Barral, pero lo más cierto que se puede afirmar es que cada año el aficionado está contento con la plantilla en verano, y se le empiezan a ver las costuras con más de un tercio de liga jugado. ¿Será problema de los jugadores? Desde luego son un buen grupo a observar. En la teoría, parecen que son superiores a los homónimos de los rivales ‘de su liga’, pero en la práctica esto es bien diferente. Porque el Deportivo lleva tres años instalado en la aparente ‘comodidad’ del puesto diecisiete, y vaya, ahora mismo se encuentra en el dieciocho y así cerrara el año. Los tres próximos partidos los jugará contra Villarreal, Valencia y Real Madrid, por lo que la lógica invita a pensar en el farolillo rojo tras veinte partidos de liga disputados.
Quizá, y solo quizá, con lo expuesto anteriormente, tenga que salir a dar la cara el máximo mandatario, Tino Fernández. Porque la situación de este equipo es insostenible, y para agravio, solo se han logrado 4 puntos en los 7 últimos derbis, por 16 de los celestes. Es insostenible porque el aficionado no se sostiene al ver que después de una semana preparando el ambiente para el partido llega a él y le meten gol en el minuto cuatro. Al deportivista se le queda cara de tonto, tonto por seguir dando y no recibir nada a cambio, tonto porque está cansado de seguirlo intentando, y parece el único dispuesto a ello. Quedan unas navidades para reflexionar y para cambiar esta dinámica, mientras tanto: Dépor no me falles ahora, yo nunca te he fallado.
Y nunca fallaremos, forza Dépor y felices fiestas.
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