El 2017 empezó con una enorme alegría para los de la parroquia rojiblanca. Una victoria agónica contra el FC Barcelona en la ida de los octavos de final de la Copa del Rey para lograr alcanzar la cima de una enorme montaña nada más y nada menos que en la mismísima víspera del día de Reyes. ¡Y vaya regalo de reyes!
El actual entrenador culé, Ernesto Valverde, consiguió doblegar al equipo de Luis Enrique con un cambio de esquema un tanto ortodoxo e inédito. Yeray, en pleno combate contra el peor enemigo de su vida, y De Marcos, también lesionado, no estaban disponibles y ocuparon sus puestos Bóveda y Etxeita. Iturraspe ejerció de único pivote, con San José y Raúl García por delante. Una de las principales novedades, Saborit, actuó en banda izquierda, dejando la derecha para Williams y en punta Aduriz.
A priori, jugadores como Beñat, Susaeta y Muniain quedaron en la banca a la espera de una nueva oportunidad. Es más, los dos primeros no jugaron ningún minuto. No obstante, los menos habituales en ciertos roles de juego dieron un rendimiento excepcional.
La función de presión alta y recuperación en campo contrario de Mikel San José fue una pieza clave a la hora de conseguir paralizar al todopoderoso Barcelona. Bóveda ejerció de lateral defensivo para parar a Neymar y Saborit actuó de forma mixta entre la banda izquierda y la mediapunta, robando y presionando para facilitar las transiciones ofensivas tras la recuperación.
Partido rudo y físico, y ahí son dos los que siempre acaban saliéndose con la suya. Aduriz y Raúl García, la combinación que, aún a día de hoy, estamos cansados de ver. Recuperación en campo rival, recibe Aduriz, abre a Raúl en profundidad, este centra por encima de toda la defensa y remata el donostiarra al segundo palo. Destacar la función de Iturraspe, una versión que se echaba en falta y que sorprendió a muchos. Dominando el centro del campo con función de escoba y repartiendo juego a los de la zona ofensiva.
Sin dejar un respiro, nueva recuperación cerca del área contraria, balón a Aduriz, de espuela a Williams y remate espléndido del hispano-ghanés. El Barcelona sorprendido y contra las cuerdas. San Mamés, exaltado y pletórico.
Solo fue Messi capaz de responder ante las oleadas rojiblancas. Un tiro libre directo a la escuadra, que tocó Gorka, rebasó la línea por muy poco.
A partir de entonces, asedio absoluto azulgrana frente a un Gorka Iraizoz espléndido y sembrado. La guerra había comenzado, y las ayudas fueron fundamentales en la consecución de acciones defensivas acertadas.
No obstante, las dificultades no fueron pocas. Raúl García se iba camino de los vestuarios tras una entrada sobre Neymar. Fernández Borbalán no dudó en expulsar al mediapunta navarro. Tampoco lo hizo minutos después con Iturraspe, que también cayó en la trampa del habilidoso extremo brasileño. El Athletic, con 2 jugadores menos y con un resultado a favor. Tocaba atrincherarse y tirar de pundonor para lograr el objetivo. San Mamés explotó y suplió esa inferioridad numérica.
Los 45.000 espectadores se convirtieron en 45.000 guerreros. La Catedral del fútbol hizo honor a su nombre, a la historia que encumbra y a lo que le lleva caracterizando desde siempre. Un ambiente digno de admirar.
Para ganar una batalla es indispensable disponer de unos buenos guerreros. Eraso y Elustondo, nada habituales en las alineaciones del ‘Txingurri‘ hicieron acto de presencia para ofrecer su fuerza y solidez defensiva. Cada fallo de los culés se celebraba como si de un gol se tratase. 15 minutos llenos de tensión, concentración y sin una segunda oportunidad en caso de fallar.
Fue en el último minuto cuando San Mamés hizo acto de presencia. Lionel Messi, solo dentro del área, remató con su pierna menos buena mandando el cuero a uno de los postes, el cual contenía las 45.000 almas que presenciaban aquella víspera de reyes el emocionante encuentro. En ese justo momento fue cuando se llegó a la cima de esa montaña rusa por la que pasó el Athletic en el 2017.
Por @Alain_Duff