Doce meses de exigencias blancas

Doce meses de exigencias

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Casi como si fuesen a enfrentarse a un Ironman, el Real Madrid encaró el comienzo del año con una fuerza sobrehumana. Siempre existen momentos más sencillos, y otros más duros que, obviamente, causan estragos en la plantilla. El dolor está presente en cada kilómetro corrido, en cada golpe que uno se da, en cada sensación de agotamiento, pero, al final de la recta, habrá una meta.

Precisamente ha sido esta meta la que se ha planteado un equipo de la capital, uno que tenía una espina (si es que aún quedaban espinas) por sacarse del corazón. Les quedaba romper expectativas, acabar con los fantasmas y hacer ver a sus aficionados que si son lo que llegaron a ser durante el Siglo XX fue porque lo merecieron. En un discurso de sufrimiento, de bajas, de futbolistas que juegan como dioses y que se ven mermados cuando saltan al terreno de juego, el equipo ha conseguido salir adelante, e incluso marcar pautas a la hora de disputar sus encuentros.

Digamos que esta temporada no ha sido la mejor de todas en cuanto a registros, en cuanto a confianza en el club, pero sí en resultados. Analizando, pues, el panorama desde un punto de vista puramente capitalista en el que tan solo nos interesaría lo que obtengamos de beneficio, todo ha salido como debía salir. Sin embargo, si apelamos a lo que realmente es el deporte y al rendimiento, debemos ser claros y saber que no se ha dado todo lo que se podría haber dado.

La exigencia es la base del éxito de esta entidad, y terminar a 14 puntos del F.C. Barcelona la primera parte de la competición española no es un buen resultado. Cinco títulos durante el 2017 no son más que una fiesta que se terminó el día después de haberlos conseguido, porque el aficionado blanco no se contenta con ganar hoy, ni siquiera con ganar mañana, sino que necesita la victoria siempre. En el momento en el que surgen las dudas las críticas afloran y se empieza a percibir cierto clima de contrariedad en la parroquia madridista.

Y es que la saciedad es algo que no tiene cabida en el madridismo. Nunca se estará satisfecho con lo que el conjunto realice en el terreno de juego, a menos que se haya dejado la piel como en varias ocasiones se ha visto. El público desea lo que otros no pueden tener, lo que nadie puede conseguir, porque es prácticamente inviable.

Ser grandes es el símbolo de un club que se ha ido construyendo un nombre desde su origen, que se ha ido rodeando de un grupo de seguidores que siempre lo han mantenido como lo que creían que era. Ser grandes es el símbolo del Real Madrid, y por ello, la exigencia que este tendrá no será equiparable a ninguna otra, ya que, independientemente de lo que consiga, nunca podrá parar de conseguir ese mito que ya Luis Aragonés reclamaba hace años ‘ganar, ganar y ganar, y volver a ganar…’.

Terminar este Ironman no es más que un paso, pues queda otro más: el del próximo año.

Imagen: www.realmadrid.com.

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