En el fútbol, quince años son muchos. Tres lustros por detrás, aguantando provocaciones, esperando el momento en que el mejor partido de Asturias volviese. Con el aperitivo servido en El Molinón, el Real Oviedo y el oviedismo se prepararon para recibir al Sporting. No era un partido cualquiera. Desde Arturo Elías hasta el último aficionado lo sabían. Pasando por Juan Antonio Anquela, por los futbolistas y por todo el club. Y el día fue especial. Porque el Oviedo ganó, convenció y se apuntó una nueva jornada sin perder. Ya son diez, casi nada. Quince años después, los carbayones vuelven a reinar en Asturias. Pero, como dijo Anquela, son tres puntos. Ahora, los oviedistas, ya piensan en el partido ante el Cádiz en el Ramón de Carranza.
- El Oviedo supo que jugaba un derbi. Un partido ante el máximo rival siempre es especial. Hay que ponerle esa marcha de más, necesaria para ganar. Y el equipo de Anquela supo hacerlo. Los azules saltaron al césped concienciados en la victoria. Duros, intensos y con muchas más ganas que su rival. Porque el Oviedo nunca dejó de creer, ni con el 0-1. Porque cuando remontó no se echó atrás, sino que buscó más. El equipo ovetense supo asimilar a la perfección lo que se estaba jugando en el césped del Tartiere, y ahí estuvo buena parte del triunfo.
- La importancia de las segundas jugadas. Baraja recalcó en la sala de prensa que el Oviedo se había impuesto en este tipo de acciones. Y no fue para menos. Cada balón dividido, cada segunda jugada y cada acción a balón parado se teñía de color azul. Porque los carbayones iban con todo a cada jugada, desde el minuto cero hasta el noventa y tres. Da igual que fuese atrás, con una línea de tres imperial; que en el centro del campo, con Rocha y Folch partiéndose el alma por equipo. También en las bandas, donde Mossa, Diegui, Saúl y Aarón no pararon de correr. Algo que también hizo Linares, que se vació a la hora de apretar. Un equipo unido, concienciado y donde todos van a una. El Oviedo sigue creciendo.
- El Oviedo, un puñal por la izquierda. Como venía siendo habitual en los últimos encuentros, el mayor peligro del Oviedo estuvo en el carril zurdo. La conexión Mossa-Saúl Berjón volvió a ser letal. De una combinación suya nació el tanto del empate. Y por ahí también llegaron la mayor parte de las acciones ofensivas carbayonas en el segundo acto. Dos jugadores imprescindibles para Anquela. Dos tipos muy queridos. Ayer, Berjón se marchó con una tremenda ovación. El carrilero, por su parte, salió a hombros del césped del Tartiere.
Mossa, héroe de Oviedo
- Mossa, el héroe inesperado. El valenciano fue el gran héroe del encuentro. A su gran partido hay que sumar los dos goles. Dos zarpazos en el partido clave, en el día señalado. Después de ver como el Sporting se adelantaba, el valenciano puso en pie al Tartiere. Combinación con Saúl por banda izquierda y balón a la red. Un disparo ajustado, con intención. De esos que llaman ‘pases a la red’. Tras el descanso, el carrilero se destapó. Vio como Aarón rompía por banda y se metió hacia adentro. Tras ello, levantó la cabeza y la puso en la escuadra. El Tartiere enloqueció, como era de esperar. La remontada era una realidad. Y Mossa, el héroe, escanciando sidra.
- Perfecta comunión con la afición. El Oviedo está de dulce. Ayer, tras el pitido final, el éxtasis de todos se desató en el Tartiere. Locura general. De la afición, del club y de los jugadores. También de Arturo Elías, que aguantó en el césped el diluvio universal. Como era de esperar, Diegui iba a ser el maestro de ceremonias, aunque esta vez de otra forma. Los jugadores y el propio Elías se colocaron el centro del campo, rodeando el círculo central. Con Diegui en el medio, las palmas retumbaron en el estadio. Una comunión perfecta entre equipo y grada. La mejor de los últimos años.