José María Arguesola Jiménez, ese es el nombre. Uno de los más coreados en los últimos tiempos en el campo del Real Oviedo. Porque Mossa vivió el domingo uno de sus mejores días como profesional. En un deporte como el fútbol, un simple tanto te puede encumbrar, al igual que un mísero error hundir. Pero hace ahora 48 horas, el portador del 23 en el equipo de Juan Antonio Anquela, se elevó al olimpo oviedista. Porque no destacó en un partido. Fue el héroe del partido.
A finales de este año, la Constitución Española cumplirá 40 años. Un texto que está a la orden del día en la actualidad. Todos los días se habla de él. Pues bien, en uno de sus artículos se establece que el Príncipe de Asturias es el principal título que ostenta el heredero de la Corona de España. Desde el domingo, algunos ya no lo ven así, por lo menos en el fútbol. El título es, como decimos por aquí ‘pal roxu valencianu’ que hizo a Oviedo Rey de Asturias en el mundo del fútbol.
Porque el partido de Mossa ha entrado en la historia del Real Oviedo. Ahí, en una página para él solito. La del 4 de febrero de 2018. En una tarde ‘herMossa‘ para el oviedismo (pese al frío y la lluvia, claro). Porque él fue quien hizo creer a los suyos que se podía tumbar al eterno rival tres lustros después. Ya había avisado con empate a cero. Un latigazo seco desde la frontal que Mariño despejó a las mil maravillas. Un indicativo de lo que se venía.
Tras ver mejor que la mayoría el tanto visitante, Mossa no se vino abajo. Porque es uno de los grandes atractivos de este Oviedo. Conecta con Berjón y siempre hay peligro. Y precisamente, de esa alianza por la izquierda, nacía el tanto del empate. Diez minutos duró la alegría rojiblanca. Seiscientos segundos pasaron hasta que Mossa, después de una jugada con el canterano, igualó la contienda. Un disparo donde duele, a la base del palo, con toda la intención y todas las ganas. La semilla de la remontada estaba plantada. El Tartiere, loco por verles ganar.
Mossa y su gol para la historia
Pero el ‘roxu’ iba a esperar al segundo acto para poner en pie al respetable. Fue en una acción, como no, de banda. Aarón rompió hacia adentro, esperando un envío del carrilero para pisar área con el balón. Pero el plan de Mossa era otro. Al ver el hueco, el valenciano tiró hacia adentro y puso el balón en la escuadra. Donde viven las arañas. En el único hueco donde el balón se podía colar sin que nadie pudiese tocar el esférico. Doblete completado. A escanciar sidra con la grada después de dos tantos que son mucho más que dos goles.
Pero Mossa quería más. Instantes después del segundo gol, el ‘roxu’ se metía por banda izquierda y ponía un balón de gol a Linares, aunque este no subió al marcador. Porque el carrilero, al margen de los goles, fue un auténtico quebradero de cabeza para el Sporting. Hasta tal punto llegó la desesperación, que Baraja decidió quitar a Carmona para parar sus subidas.
Por tanto, Mossa cerró una actuación histórica. Dos golazos, un sinfín de entradas por banda izquierda, su asociación con Berjón y un derroche físico que pusieron base a la victoria oviedista. El día ‘D’ pasó a ser el día ‘M’, el de Mossa, el de ‘esi roxu valencianu’.