En una tarde propicia para volver a la senda del triunfo, el Oviedo no pudo doblegar al Albacete. Los pupilos de Juan Antonio Anquela se encontraron con un rival rocoso, muy defensivo, que sabía lo que tenía que hacer. Porque en situaciones así, la lección viene aprendida del vestuario. Algo así se suele decir. Y es que ayer, los futbolistas del cuadro manchego parecían tenerlo todo estudiado. Cualquier momento era bueno para parar juego. Hasta un saque de banda a los diez minutos de partido. Todo valía para poder sumar en un campo acostumbrado a ver rivales derrotados. Porque sí, el Albacete consiguió lo que nadie había hecho en los últimos siete encuentros. Puntuar en el Tartiere. Una faena complicada que Enrique Martín estudió a la perfección para poder culminarla con éxito. Ahora, los azules buscan volver al buen camino, el de los tres puntos. Por ello, ya piensan en el encuentro ante el Zaragoza.
- De menos a más. El Oviedo no entró bien en el partido. A los azules les costó asimilar el tipo de rival que tenían en frente. Desde el primer minuto, el Albacete dejó muy claro a lo que se iba a jugar. Y su gran victoria es que lo consiguió. Durante el primer tramo del partido, los manchegos lograron encerrar al conjunto de Juan Antonio Anquela en su campo. Los azules apenas podían salir. Pero todo cambió tras la ocasión de Christian. Fue ahí cuando el Oviedo se echó adelante. Los asturianos crecieron sobre el césped, y en la segunda mitad embotellaron a un equipo que, pese a todo, logró mantener su puerta a cero y rascar un punto.
- Hidi y Fabbrini. El primero fue la novedad, el segundo la ilusión. La expulsión de Rocha la semana pasada hacia presagiar que el húngaro podría volver al once titular. Y así fue. Anquela apostó por él, pero Hidi no pasó la prueba con buena nota. Se le notó falto de ritmo, con poca claridad cuando tenía el balón y sin arriesgar lo más mínimo. Siempre jugó de cara, nunca se atrevió a algo más. Una historia muy distinta fue la de Fabbrini. Ilusionó con su vuelta a los terrenos de juego en el derbi, y ayer tuvo más de veinte minutos. El italiano la pidió, se movió por todo el frente de ataque y dejó muchos detalles de calidad. En cuanto tenga la chispa necesaria será uno de los fijos.
- Poco fútbol y pocas ocasiones. Lo venimos contando. El encuentro que quería el Albacete. Ese de un juego rocoso, donde se lo llevase quien más ganas pusiese. Y, aunque no fue vistoso para el espectador, sí que siguió el guión de un encuentro típico de LaLiga 1|2|3. La lucha fue en el centro del campo, con dos equipos que quisieron cosas muy distintas. Mientras el Oviedo quería tenerla, abrir huecos y llegar al área, el Albacete buscaba algo en las contras. La velocidad, la pegada y el desparpajo de sus dos puntas apunto estuvo de costar un disgusto.
- Saúl Berjón, un tipo distinto. En medio del caos, con el balón por el aire y el fútbol más físico, apareció el de siempre. Saúl fue de los pocos que quiso algo más. La pidió, encaró, se marchó y dio sentido al fútbol de ataque de los suyos. Puso dos balones francos que no pudieron acabar en gol. Se notó que iba un paso por encima del resto. Veía las cosas segundos antes que los otros 21 futbolistas que había en el césped. Además, como siempre, dejó varios detalles de su gran calidad. El ovetense sigue demostrando que es una pieza clave.
Buen ambiente en el Tartiere
- La entrada. Tercera mejor entrada de la temporada, tras los partidos de Sporting y Cultural. El Tartiere volvió a ser una caldera. Intentó llevar a los suyos hacia la victoria desde el primer minuto, pero esta vez no pudo ser. En la segunda mitad, cuando la desesperación del equipo era visible por no encontrar el gol, la afición apretó más que nunca. Esta vez, el gol se resistió. 17.682 es el número de personas que se congregaron el Tartiere para ver el encuentro. Entre ellas, había varios seguidores del Albacete.
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