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El rábano por las hojas

España es un país curioso, un país de contrastes. Por una parte, somos el país donde aún se respetan ciertas cosas y jamás hemos caído en las maneras de algunos países anglosajones de escrutar la vida privada de nuestros políticos, equiparando sus habilidades de gestión actual o futura con la de su gusto (o ausencia de) por llevar a señores o señoras a la cama…

Pero por otro lado somos destacadísimos consumidores del cotilleo más banal. De hecho, el llamado “corazón” se ha instaurado como una de las apuestas televisivas más rentables, haciendo que (por ejemplo) la cadena amiga se forre propagando basura intrascendente con dosis enormes de mala leche y manipulación guionizada.

En el ámbito de la contrición pública, desde hace tiempo asistimos con pasmo a cómo se justifican muchas burradas (hechas o dichas) de nuestros políticos con esta simple declaración: “ha sido UN ERROR”. Esta fórmula es válida hasta para evitar dimisiones o asunción de culpas en temas de cierta gravedad.

Y claro, también vale para el deporte, pero en este caso -y dependiendo de quien lo haga y de que equipo sea- se produce el famoso fenómeno de “coger el rábano por las hojas”. Esto es, si una persona se sale de madre una vez automáticamente queda marcada para siempre. No hay término medio ni perspectiva. Puro “corazón”, llevando al todo cualquier parte que sea susceptible de enjuiciar… independiente de que el juez sean miles de usuarios anónimos de una u otra red social. Y por supuesto, depende del momento y desde el lado desde el que se mire.

En este caso, no es un “error”, es el síntoma que sirve de perfecta excusa para catalogar a la persona en cuestión con cualquier epíteto que se nos ocurra, por supuesto casi nunca elogioso. Le suele pasar a las personas que se distinguen por una conducta más o menos razonable, casi nunca a aquellos que rebasan… el nivel. Si no me creen, miren como tratan en el “cuore” a un “de profesión famoso” en comparación con uno que es famoso “por su profesión”. Todos iguales…

Traigo todo esto a colación por las declaraciones que hizo ayer el entrenador de Unicaja Málaga Joan Plaza a la finalización de su partido contra el Real Madrid, en un evidente calentón por la derrota cosechada a última hora y -a mi juicio- con muy pocos elementos a su favor. Fue un claro error, y estoy bastante seguro de que a estas horas él mismo lo considera así. Al menos así lo espero.

No me gustaron sus declaraciones, ni por su contenido ni por el hecho de que una persona como él las hiciera. De hecho, no me gustan prácticamente en ningún otro momento o contexto, porque me recuerdan demasiado a los comportamientos que vemos cada semana en otro deporte que me gusta muchísimo, pero cuyos protagonistas se comportan frecuentemente con impunidad, sin ninguna vergüenza, equidad o sentido del ridículo. Y además se aplauden sus comportamientos… ya saben, ese deporte que “es para listos”.

Desde el mismo momento en que Joan Plaza realizó las declaraciones se propagaron por Twitter numerosísimas referencias a las mismas, la mayor parte de las cuales eran un juicio sumarísimo en el que se catalogaba a este entrenador como un llorón, un hipócrita que un día dice una cosa y más tarde la contraria, que no es capaz de asumir errores, que pierde todos los partidos ajustados y no se cuántas cosas más.

Prácticamente ninguna mención a su ya amplio bagaje, ni siquiera una mera comparación con todo lo que ha ganado, sin ir más lejos el año pasado. Tampoco al hecho de que fuera un serio candidato a seleccionador nacional… nada, nada, todo eso ya no vale para nada: es un llorón.

Por supuesto, también había otros comentarios en los que se describían ciertas acciones del partido que inevitablemente dejaban al técnico aún sin más razón, porque no la tenía… pero estas últimas notas de tono más mesurado eran minoritarias… lo que interesaba era cantar la canción de moda, y la de ayer era “Plaza es un llorón”.

No me parece que estas críticas sean justas ni tampoco ajustadas a la trayectoria de Joan Plaza, quien se ha significado en todos sus equipos (Real Madrid, Sevilla, Zalgiris, Unicaja ahora, Joventut como asistente…) por ser un hombre que evita las declaraciones en caliente, más allá de los azares del juego donde todos puntualmente (o según quien, constantemente) tienen tiranteces con los árbitros. Un entrenador que prácticamente siempre empieza por hablar de lo que su equipo no hizo tan bien o, si lo prefieren, lo que debería haber hecho mejor.

Nada de esto se ha tenido en cuenta: desde ayer Joan Plaza es oficialmente uno más de los llorones y quejicas que, casualmente, siempre son del equipo rival.

Ya está en el mismo grupo, aunque con diferente status por su falta de historial combativo, que el famoso y lenguaraz fundador de la secta “por que”, que ahora despliega sus virtudes y bondades en la Pérfida Albion. O en el mismo grupo de varios entrenadores ACB hoy en activo en equipos muy importantes (alguno cambiando de colores) quienes cada dos por tres muestran su enfado y hasta su ira por alguna derrota que ellos consideran obra de la conspiración arbitral… algo parecido a algún técnico que hoy está haciéndolo muy bien en Grecia. O hasta el mismísimo Aito García Reneses y su legendaria “bula” de Petrovic… Por no hablar de dirigentes como el sin par presidente de Panathinaikos… nada, nada: TODOS IGUALES… dependiendo de que equipo sea el de tus amores, claro.

Llegados a este punto uno se pregunta si al final un error te convierte en igual a todos los “voceros” a cuyo nivel ni se te ocurriría acercarte ¿para qué sirve la mesura, la educación, el análisis, el fair play? ¿para qué sirve comportarse con un cierto espíritu deportivo?

Casi mejor dejo la pregunta en el aire y sin contestar…

@AlfredoNoya

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