Factores y análisis en la derrota de la selección española

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48 horas después de la dolorosa eliminación en la fatídica tanda de penaltis, muchos son los factores de debate y análisis que están a la orden del día y que debe solventar el próximo seleccionador para que la selección vuelva a la senda de la victoria y que enamore como lo hizo antaño.

Vamos a analizar algunos puntos clave en la derrota de este pasado domingo frente a la anfitriona Rusia desde una visión puramente futbolística.

Pases que superan vs pases que desesperan

La selección española adoleció de una infinidad de pases que no es que no superasen a nadie, es que ni tan siquiera generaban ventajas en el propio esquema táctico. Una vez más, quedó patente que ante un equipo replegado en un bloque bajo se necesita algo más que el control de balón (que no siempre es el control del juego) y de un juego posicional que no consiguió perforar la poblada densidad rusa en ninguna ocasión salvo el certero gol en propia puerta del inicio de partido precedido de un balón parado.

La línea horizontal fue la más trazada en todo el partido. En esa idea constante de desestabilizar al equipo contrario transitando el balón de un lado a otro buscando el desajuste del equipo rival en la basculación defensiva, España careció de ritmo y lo que es aún más importante, de jugadores que recibieran a la espalda de una línea o que estuvieran bien perfilados en intervalos para poder superarla. La secuencia de pases eterna nunca desestabilizó el entramado defensivo ruso ya que la velocidad de balón era tal que siempre permitía llegar a las ayudas y que los rusos se fueran haciendo fuertes en ese contexto a medida que el partido avanzaba.

Un 9, ¿referencia?

La idea inicial de fijar centrales mediante un 9 y que a su vez éste amenazara las espaldas, fracasó. Sin diferentes alturas posicionales de la línea de medios, la referencia arriba siempre estaba rodeada de mínimo 2 jugadores que nunca veían amenazados sus espacios ya que nadie los fijaba con balón y ni tan siquiera los atraía a salir de su zona. Y cuando Diego Costa decidía salir para aportar un tercer hombre, la altura del bloque defensivo ruso era tan estrecho y la altura posicional de los jugadores españoles tan mal ubicada que no permitía dicha conexión entre líneas ni desajustaba nada. La velocidad de balón a la que hemos hecho mención antes también fue un hándicap importante en dicho fracaso.

Si atacas mal, defiendes peor

En esa vorágine atacante somnolienta en la que se embarcó la selección hubo aún un factor más a analizar y que fue no menos importante.
Sin verticalidad ninguna y con todos los miembros de la línea en una misma altura, cualquier pase que Rusia filtraba se convertía en la eliminación de dicha línea y de la aparición de espacios a las espaldas. Los rusos, timoratos desde el inicio, tampoco supieron sacarle todo el jugo que se podía (por suerte) como sí hicieron Portugal, Irán y Marruecos en diferentes fases del partido. En cuanto el equipo anfitrión se apoderaba del balón había un afán inmediato de robo a poseedor sin cerrar a jugadores cercanos ni posibles receptores inmediatos lo que provocaba un desgaste condicional innecesario y lo que era más grave aún, que el rival con una posesión infinitamente inferior te hiciera daño en ataque provocando algún que otro córner y faltas laterales como el que dio origen al penalti de Piqué.

Sin plan “B” en ese “estilo innegociable”

Por último, otro de los errores flagrantes fue la nula aparición de un plan “B” que llevara a interpretar mejor lo que estaba sucediendo en el terreno de juego y que diera a España la posibilidad de generar las ventajas que se demandaban. Sirva como ejemplo el cambio de un maltrecho Nacho por Carvajal cuando el equipo contrario presentaba un repliegue intensivo y en que la opción de meter un carril largo (¿Lucas Vázquez?) quizá hubiera podido proporcionar situaciones de superioridad en banda y el consiguiente desajuste defensivo ruso.
Ese nulo plan de acción es el que se ha podido ver en todos los partidos en el que solo se han cambiado cromos, pero no situaciones del juego provocando el colapso en una circulación de balón estéril.

Sin duda alguna, la selección necesita de forma inmediata un capitán al que encomendarle una evolución 2.0 en ese estilo de posesión al que hay que conjugarles competitividad y adaptabilidad a los contextos adaptándolo a situación para volver a la senda del éxito

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