Guangzhou, Beijing, grandes urbes superpobladas al otro lado del mundo, grandes multitudes ávidas del fútbol del viejo continente, millones de personas sentadas frente a sus dispositivos audiovisuales con el único fin de convertirse en un experto de nuestro fútbol, de saber y conocer hasta el último detalle de lo que ocurre por los campos de la egocéntrica Europa futbolística. No saben vivir sin nuestro balompie. Son incapaces de irse en busca de Morfeo sin cumplir con su cita. Por suerte para ellos, nuestra querida Liga pone los encuentros para que duerman a pierna suelta.
Domingo 2 de septiembre, 12 del mediodía, la temperatura supera los 30 grados en la ciudad de Valencia y el sol quema, abrasa con su solo contacto sobre la piel. Los aficionados se esconden en los vomitorios a la espera de la salida de los jugadores. Alguna atrevida sombrilla, algún clásico gorro de papel entre una cantidad de sillas azules y granas vacías, a la espera de que valencianistas y levantinistas se sienten sobre ellas.
Por fortuna para todos estos aficionados, la Liga ha tenido a bien poner el partido en un horario en el que todavía podrán acudir a la playa a hacerse la paella tras su disputa, a tomar el sol, si no han tenido bastante, a la Malvarrosa, a la Patacona o al Saler. Los parroquianos agradecerán a buen seguro poder tener ese desahogo, ese respiro dominical previo a la vuelta a la rutina post-vacacional.
Las unidades de protección civil casi podrían tomarse unas vacaciones ese último día de la semana, no hay riesgo alguno, entre los 20.000 asistentes al Ciutat de València, de lipotimias, golpes de calor o insolaciones. Seguramente los burócratas que desde Madrid, con la anuencia de ambas directivas, contentas con sus arcas más llenas, conocerán de la meteorología valenciana y que ya por esas fechas el calor ha remitido y se han atemperado las tórridas matinales a orillas del Mediterráneo.
Cuan afortunados se pueden sentir los clubes de fútbol de la piel de toro con la gestión, sufragada por ellos mismos, de horarios y repartos televisivos. No debe haber nadie descontento puesto que en las reuniones donde se tendría que plasmar ese disgusto, son todas una plácida balsa de aceite en la que solo se tratan temas de ventas y compras, de idas y venidas y nadie objeta nada a todo este entramado que vaciará los estadios en un plazo no muy lejano.
Los moradores del palco habrán pensado en todo esto también, en sus aguerridos e ignífugos seguidores cuando han asentido sin objeción alguna a colocar un encuentro de fútbol bajo la canícula estival valenciana. Un ejemplo más del Levante Feliz donde todo es bueno y bonito y todo nos viene bien. La salud de jugadores, aficionados y profesionales que trabajan ese día debe ser un problema menor para ellos.
@VicentSarrion