A pocas horas de que se dispute la final del Mundial sub20 en el que España estará jugándose el título contra la todopoderosa Japón, se reabre el importante tema de la profesionalización de la liga española de fútbol femenino. La AFE está planteando nuevamente este tema a la RFEF para intentar dar el empujón que las jugadoras y los clubs necesitan. Y es que, tal y como está considerada por la RFEF a día de hoy, la liga femenina es una liga amateur, con todo lo que eso conlleva.
Sí que es verdad que muchos clubs tratan a sus jugadoras como profesionales, véase equipos como el FC Barcelona, el Levante, el Atlético de Madrid… Pero casualmente son equipos con un respaldo importante tras ellas, con un club masculino que les aporta facilidades que no tienen los clubs más modestos y que se dedican casi en exclusiva al fútbol femenino. Aun así, lo hacen como referencia hacia ellas, no porque estén «obligados». Y ese es el punto que hay que tratar.
De la buena voluntad de las partes se habla mucho y se sacan muchas fotos, pero la realidad es que todavía queda mucho camino por recorrer, y si bien no se puede hacer todo en un solo día, hay que seguir progresando en este sentido y no hacerlo con la lentitud y las palmaditas en la espalda con la que se ha estado haciendo hasta ahora.
Que una mujer en este país no pueda ser profesional del fútbol (aunque sea tratada como tal por su club y trabaje igual o más que sus homólogos masculinos) es una auténtica vergüenza. Es desmerecer el esfuerzo a todos los niveles que hacen estas mujeres para defender una camiseta que a veces no les respeta. Les impide dedicarse a ello al 100% y además en la mayoría de los casos ni siquiera es remunerado. Y no, no nos pongamos las manos a la cabeza. El principal ejemplo de lo que digo es el premio de la RFEF al equipo campeón de la Copa de la Reina.
Además, no sólo se trata del tema de la remuneración, o del cumplimiento de los contratos entre entidades y jugadoras. El hecho de que la liga sea amateur supone una serie de trabas para los clubs a la hora de fichar jugadoras (nacionales e internacionales), de traspasarlas, incluso de tratar lo que se ha estado debatiendo estas últimas semanas con respecto a las bajas por maternidad. Cuando las cosas están bien hechas y están perfectamente legisladas, no hay atisbos de dudas ni en este ni en el resto de los temas. Ellas estarían protegidas por su profesionalización y los clubs también.
Beneficio para tantas personas que, sin embargo, se ha ido retrasando deliberadamente desde los estamentos donde se pueden cambiar las cosas. ¿Acaso los temas femeninos son secundarios, incluso terciarios para los amigotes que gestionan el fútbol en nuestro país? Sin duda. Actualmente a las mujeres en España «se nos deja jugar» en una liga amateur. Nunca se han planteado profesionalizar porque nunca nos han tomado en serio. Pero ahora las cosas están cambiando. La selección española de fútbol femenina está clasificada para el próximo mundial en Francia y nuestra generación más joven ha ido ganando europeos y competiciones internacionales hasta llegar al punto actual, donde nos mediremos a Japón en la final del mundial sub20. Una generación integrada por futbolistas como Patri Guijarro, Carmen Menayo o Aitana Bonmatí que están aporreando con fuerza las puertas de la RFEF para ser tenidas en cuenta y cuya calidad y profesionalidad no debería tomarse como un hobby, sino como una profesión que nos llene de orgullo a todo un país. Ojalá les allanen pronto el terreno.