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Rubén Baraja: El arte de convertir la mediocridad en virtud

Evidentemente cualquier forma de jugar es igual de válida, ya que el objetivo del fútbol profesional es ganar. Tan lícito es que un entrenador quiera que sus jugadores sean violentos (el que debe poner el límite es el árbitro usando el reglamento), como que opte porque no den una patada. No querer el balón y dejar diez jugadores al lado de tu área «bombeando» balones a un punta a ver que hace es tan aceptable como querer dejar dos defensas y volcar el equipo en el área contraria. Cualquier estilo es válido por tanto, pero siempre que se ejecute con los jugadores adecuados y dejando un equipo trabajado en todos los aspectos de tú fútbol. Y aquí es donde empiezan a verse las carencias que tiene Rubén Baraja como entrenador.

En primer lugar aclarar que no critico la idea del entrenador rojiblanco de ser «sólidos» atrás, ya que como idea abstracta cualquier entrenador que reniegue de ella sería un incompetente. El equipo rojiblanco es un equipo «rocoso», achica bien los espacios y repele bien los balones aéreos que pasan por su meta. En el balón parado no ha mostrado debilidad y es capaz de llevar al equipo contrario a jugar por los lados exteriores del campo. Cualquier entrenador daría por buenas o muy buenas estas virtudes en su conjunto, ya que si no concedes goles es difícil perder partidos. Sin embargo cualquier decisión tiene un coste de oportunidad .

Como análisis general, el Sporting es un equipo de mentira. Ya que es una suma de talento individual.

Rubén Baraja en un entrenamiento

Cada una de las fases de juego de un equipo afecta a la siguiente, por lo que para realizar un correcto trabajo colectivo las acciones de los jugadores deben estar suficientemente mecanizadas. Esto es fácil de ver, por ejemplo, cuando un equipo quiere sacar el balón jugado desde atrás. Cada vez que el Sporting quiere salir jugando raseando el balón sufre lo indecible, acabando muchas ocasiones en un pelotazo buscando una segunda jugada que te haga avanzar metros. Cuando consigue sacar el balón aparece una falta de ritmo tediosa, que te hace circular el balón sin velocidad hasta que alguien encara o se busca un pase al espacio sin muchas posibilidades de llegar.

Cuando llega arriba tiene que acabar centrando a una zona y no a un jugador o volviendo atrás porque no consigue combinar en la frontal. Todos estos «cuando» aparecen porque los mecanismos de los jugadores no están bien definidos y no, no es culpa de estar en pretemporada todavía, porque evidentemente puede haber fallos, si no de renunciar a ellos fiando el juego a la calidad. Como análisis general, el Sporting es un equipo de mentira. Ya que es una suma de talento individual.

Durante la primera parte contra el Nastic el Sporting era un equipo tedioso. Sin ritmo ni capacidad para combinar, en la segunda tras los cambios era un equipo completamente distinto. Y esto es un problema, porque un cambio te puede aportar mas ritmo, calidad, trabajo, desborde… Alguna variable dentro de una idea, pero no cambiar todo el modelo de juego. Y esta idea de que la calidad decida se puede ver en todas las líneas.

Un entrenador que no sea capaz de construir un sistema de juego que potencie a la mayoría de sus jugadores es un mediocre

¿Que Babin es un gran defensa en la marca y en el juego aéreo? Se acula la defensa. ¿Que Carmona, Lod, Andre o Nacho tienen capacidad para combinar bien? Pues que combinen. ¿Qué Alvaro o Traver son encaradores? Pues que encaren. ¿Qué cuando tengo el balón Cofie estorba? Pues se la pasamos menos.

Así no se puede contruir un equipo. Cuando una de las bases que tengas en el equipo baje su rendimiento o se lesione, puedes no encontrar las soluciones para corregir los defectos, ya que tu juego no se basa en un sistema, si no en un jugador. Esto condenó a Paco Herrera y esperemos que no condene también a Rubén Baraja. ¿Que el Sporting es sólido? Sí. Pero porque se renuncia a la proactividad en el juego que podrían tener los jugadores con buen pie a cambio de potenciar las virtudes defensivas de Babin. Eso no es crear un equipo, es jugar a la ruleta rusa. Y un entrenador que no sea capaz de construir un sistema de juego que potencie a la mayoría de sus jugadores es un mediocre.

 

 

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