Cierto es que el tono grisáceo de la temporada deportiva no invita a grandes fastos. Mucho más cierto es, sin embargo, que nuestra historia es tan grande que la preeminencia del presente no puede, ni debe, apagar el fulgor de fuegos pretéritos.
Que Guedes sea hoy una estrella mediática, no ha de hacer olvidar a Gorostiza. La juventud y empuje de Carlos Soler han de hacer pensar, y no tapar, en los Puchades o Claramunt, centrocampistas de cuna blanquinegra. Jaume es un gran portero, pero también lo fue el «Mudo» Sempere. Y así podríamos enumerar una larga lista de leyendas valencianistas. Unas leyendas que parecen oscurecer y palidecer ante el impulso del presente, de la rabiosa actualidad, del ímpetu de las redes sociales.
Sin redes sociales, pero en nuestro corazón
Todos estos nombres, míticos en el valencianismo de boba y enea, no aparecen en redes sociales, no tienen ni tuvieron twitter o instagram. Nada de eso fue coetáneo suyo, pero su rinconcito en el corazón de millones de valencianistas no les faltó nunca. Aficionados tan dignos de recuerdo y ensalzamiento como los que tenemos la fortuna de vivir los tiempos actuales. Sin aquellos primeros pobladores, no seríamos nada. En aquella minúscula barbería de mi recordado Montilleta nunca faltó el homenaje sincero a todos ellos. En cada palabra que allí se pronunciaba se podía percibir el aroma a fútbol. Cada comentario olía a balón con costuras disputado en campos de barro.
Quizá el club, tan presente en redes sociales, podía echar la vista atrás y recordar a todos aquellos que pusieron nuestros firmes cimientos. Cubells y Montes, casi anónimos desconocidos para una gran parte del valencianismo. Octavio Augusto Milego, el Bar Torino o el mismísimo Luis Casanova son personas, lugares pertenecientes a otros tiempos, a otra manera de entender el fútbol. Ni mejor ni peor que la actual, pero diferente. Recordar el pasado con añoranza no es oscurecer el presente. Alabar el presente no debe hacer el olvidar el pasado porque quien olvida su pasado, se olvida a sí mismo.
Un club global que se aleja de sus raíces
Es conocida y evidente la voluntad y carácter expansivo del club desde la llegada de Peter Lim. Marquéting, negocio, comercio, globalidad, son conceptos muy nuevos y que suenan muy bien. Suenan a modernidad, a actualidad, a futuro. Gustan a la gente joven y atraen seguidores y likes en las susodichas redes sociales. Pero el valencianismo es mucho más eso. Es un sentir transmitido de padres a hijos, de abuelos a nietos, a niños, a niñas que mañana serán hombres y mujeres y harán lo mismo con su progenie. Mi padre, octogenario ya, fue testigo de un valencia muy valenciano, muy enraizado en una sociedad todavía medio agrícola , medio urbana. Los tiempos cambian y la sociedad también, pero yo soy che por él y mis hijos lo son por mí. Todos sentimos el Valencia CF como algo propio y muy nuestro.
Sería más que deseable, casi obligatorio, que el club, en el momento de celebración de su primer centenario, no pierda la perspectiva. Que no olvide los orígenes, las raíces que tan firmemente han sujetado siempre el árbol que creció a orillas del Turia regado con la ilusión de tanta gente desde el 18 de marzo de 1919. Cambiar una semilla que tan profundamente está anclada por otra que se extienda superficialmente solo puede hacer peligrar la estabilidad del árbol.
Foto destacada: mediavida.com
@VicentSarrion