Decía no hace muchos meses Tony Romo, ex-quarterback de los Dallas Cowboys y ahora analista de la NFL para la CBS, algo así como: «el Dios del football favorece siempre a los valientes». Una frase que no acuñó él, pero que dijo tras la SuperBowl que los Philadelphia Eagles le ganaron a los New England Patriots el pasado mes de Febrero. Un título que lograron con un planteamiento agresivo. Con un planteamiento valiente sobre el terreno de juego. Un planteamiento muy distinto a lo que muchos equipos de la NFL acostumbran a utilizar cuando se enfrentan a la franquicia de Massachusetts.
El bueno de Tony Romo sabe bien lo que la fortuna influye en la alta competición. Él, como ex-deportista de élite, lo sabe mejor que nadie. Posiblemente más de lo que un profesional desea. Pero hay que contar con ello y, si se puede, buscarla. Algo así le ocurrió al Sporting en el Nuevo Los Cármenes en el estreno en el banquillo de Jose Alberto López como nuevo entrenador. Avisó durante la semana el nuevo técnico que quería un equipo valiente y que fuese al partido.
Pues bien, eso quedó patente. El Sporting fue valiente, atrevido, intenso, no especuló y fue a por la victoria. Algo que la afición sportinguista aún está celebrando pues llevaba meses viendo como su equipo era cobarde, timorato, blando, especulador y no arriesgaba lo más mínimo para buscar un triunfo. Rubén Baraja confiaba en ese método. Ese era su plan A. No encajar y esperar a que alguna cayese en la portería contraria. Todo al más puro estilo de la improvisación y que exasperaba hasta el límite al aficionado rojiblanco.
Las imágenes no mienten
Una prueba del cambio de cara del Sporting son los primeros minutos del partido. El Sporting imprimió un ritmo alto, con una presión altísima que el cuadro rojiblanco no ejecutó nunca esta temporada. En la jugada que concluye en el 1-0, son hasta siete los jugadores sportinguistas en el área o sus inmediaciones. Algo absolutamente impensable en la etapa de Rubén Baraja en el banquillo rojiblanco.
Tras ese gol el cuadro rojiblanco no especuló. Buscó siempre el segundo gol. No se pertrechó en su campo a guardar ese 0-1. Cierto que tuvo momentos en los que sufrió y le tocó apretar los dientes en defensa. Pero es que enfrente tenía a un rival que ni había perdido aún como local, ni hay que olvidar marchaba tercero en la tabla. Aguantó con sobriedad el cuadro rojiblanco las embestidas nazaríes y en la segunda parte pudo sentenciar. Solo la falta de gol arriba impidió que los rojiblancos -ayer de verde- sentenciasen antes el encuentro.
La fortuna arbitral cayó para el lado gijonés
Lo que ocurrió después fue que el Granada castigó al Sporting sus dislates con el 1-1. Que todo pudo ser diametralmente opuesto si el asistente de Ocón Arráiz no hubiese señalado un fuera de juego que, de existir, es milimétrico. Una decisión puntual que benefició mucho al Sporting; indudable. Tampoco me parece discutible que el Granada ayer hizo méritos para lograr al menos un punto. Pero reconozco que me molesta la reducción a lo absurdo que se hace con que el Sporting ganó por el árbitro. El Sporting ayer hizo muchas cosas bien. También otras mal y en eso trabajará un cuerpo técnico que no lleva ni una semana al frente del equipo.
Si el Sporting ganó exclusivamente por el arbitraje, e insisto en que no niego que fue un factor determinante, ¿alguien se acuerda de qué ocurrió en El Molinón frente al Numancia? ¿O en las visitas al Ramón de Carranza o al Estadio de los Juegos del Mediterráneo? ¿O es que si pregunto por errores pasados, molesto? Esta vez la moneda fue cara para el Sporting y la «fortuna arbitral» que Baraja demandó en el pasado favoreció a los gijoneses. Quizá porque la fortuna, y Tony Romo lo sabe bien, sonríe a los valientes.