No había sentido tanta indiferencia a una derrota como el pasado domingo. Sinceramente, me esperaba volver a ver a mis jugadores hacer el ridículo. Y eso es lo que más me preocupa, esa indiferencia, ese aceptar que la temporada en León ya se acabó, esa desilusión por lo que puede pasar de aquí a mayo.
Este equipo y esta afición necesitan de un cambio drástico; un entrenador que sepa detrás de lo que anda, que nos devuelva la ilusión. Y, lo más importante, que los jugadores se dejen la vida durante los 90 minutos -cosa que no hacen ahora-. Lo hicieron contra el Barça, pero parece que contra equipos como el Burgos no les apetece.
El domingo iré al Reino. Pero no lo haré como lo hacía otras veces. Porque sé que lo más probable es que vea a mis jugadores arrastrarse por el campo, sin dejarse la piel y seguramente, no ganen. Pero creo que soy masoca y el cuerpo me pide ir y ver el partido.
Otros años era diferente; igual el objetivo era salvarse o llegar a los puestos de Copa. Pero ibas al Reino y veías a los jugadores dejarse la piel e intentar siempre ganar. Esta vez, no veo eso, no veo a los jugadores comprometidos de verdad -salvo alguna excepción-.
Creo que no hay más que decir, y que puede que este sea el sentir de la mayoría de los culturalistas. Me da mucha pena esta situación porque con el equipo que tenemos, tendríamos que estar, mínimo, en play-off.