Amanecía el año 2018 en Soria como amaneció aquel año 133 antes de Cristo. Con aroma a historia. Pero a la hora de la verdad, con sabor a tragedia. Las leyendas nunca tuvieron un final feliz. Pregunten a los celtíberos. Pregunten a los arrasatianos.
Amanecía el año 2018 en Los Pajaritos de manera atípica. No por la nieve; nevado había estado siempre –recuerden que nos ubicamos en Soria- sino por la posición del anfitrión recién acabada la Navidad. Acostumbrados a las travesías en el desierto de las épocas de Machín, Anquela y Arrasate, ni el más optimista de la parroquia numantina hubiera vaticinado semejante arranque. El combinado rojillo se levantaba el día uno de enero sexto en la clasificación liguera y con un regalo que ni Papá Noel le hubiera dejado bajo el árbol: clasificados a octavos de final de Copa del Rey tras haber dejado en la cuneta a un dubitativo Málaga en los últimos compases de 2017, el azar determinó que sería el Real Madrid el rival del CD Numancia en la ronda copera. El más grande contra el más pequeño. David contra Goliat. Numancia contra Roma. La historia se repetía.
Breve pero intenso sueño copero
Arribaba, en la previa de la cabalgata de Reyes, el todopoderoso Real Madrid, a una ciudad del Duero volcada en la eliminatoria, sin sus principales líderes –Cristiano, Ramos y Modrić se quedaron en la capital de España- con la idea de dejar encarrilada la eliminatoria ya en el partido de ida.
Así fue. Un resultado de 0-3, con dos goles, eso sí, en los últimos cinco minutos, para dejar, al equipo de Zidane, con pie y medio en la siguiente ronda; al equipo de Arrasate con la miel en los labios, tras haber estado cerca de lograr un resultado abierto; y a la afición numantina, indignada con un arbitraje que pitó dos dudosos penaltis a favor del Real Madrid, concedió un gol en posible fuera de juego y que decidió no señalar una pena máxima a favor del conjunto local cuando Dani Nieto cayó al suelo tras un agarrón.
La vuelta en el Bernabéu se concibió como una fiesta, con más de 5000 aficionados sorianos en las gradas. Marcador final de 2-2, con un magistral doblete de Guillermo Fernández para que estallara el júbilo en el fondo visitante y la cólera en la tribuna local.
Numancia resistió para acabar sucumbiendo.
La Copa del Rey fue reivindicación. Primero, en las gradas, con un público soriano que enfocó el flash de sus teléfonos móviles al grito de ¡Soria ya! para clamar contra el abandono institucional de una provincia de Soria que se aferra como puede a la vida. Segundo, en el campo. Jugadores como Dani Calvo, Guillermo Fernández o Dani Nieto se ganaron un estatus tras la eliminatoria que quizás antes no tenían.
A la caza del play-off
Tras finalizar el año en la sexta posición –última en dar acceso a play-offs- y pese a ser el objetivo formal el de lograr la permanencia, la afición soñaba con agarrarse a esa misma sexta plaza para buscar algo histórico. Sin embargo, un deficiente arranque con 9 puntos de 27 posibles y una caída hasta la décima posición allá por el mes de marzo parecían romper en pedazos las esperanzas de todos y cada uno de los numantinos. No todavía.
Recién empezado abril, una victoria en el Estadio de Santo Domingo por 0-1 y más de lo mismo frente al Lugo en la siguiente jornada, ya en Soria, daban la vuelta a la tortilla una vez más. La remontada continuaba y, a un empate en una difícil salida a Tarragona había que sumarle, ya a finales de abril, una victoria en casa por 3-0 –marcador a la postre clave- frente al Real Oviedo, presumible rival directo por el play-off. Estos resultados auparían al Numancia a la cuarta plaza de la tabla con tan solo cinco partidos de liga regular por delante.
El Numancia se aferraba al calendario más asequible de entre los seis rivales directos por entrar al play-off para apurar sus opciones. Cinco partidos, quince puntos, para seguir soñando.
Dos derrotas, primero por 0-1 frente al Valladolid, rival directo, y después, en la visita a un Lorca ya descendido por 2-1 hacían presagiar lo peor. Sin embargo, aún quedaba margen. Otro rival directo, Osasuna de Pamplona, visitaba los Pajaritos a falta de tres jornadas y con todo por decidir. Se adelantó Osasuna para, esta vez ya parecía definitivo, romper el sueño del Numancia. Una vez más, no todavía. Apareció, en el último minuto de partido, quien había sido el revulsivo de lujo durante toda la temporada, Higinio Marín, para cabecear a gol, empatar el partido y permitir al Numancia seguir anclado al play-off. La penúltima jornada, en la visita a un Sevilla Atlético también descendido fue de infausto recuerdo. Derrota por 2-1. Jugadores derrotados que lloraban en suelo hispalense. La afición lo hacía en la grada. Sueños rotos.
En el último partido, en Los Pajaritos, el Numancia apuraba sus remotas opciones ante una Cultural y Deportiva Leonesa que se jugaba la permanencia en la división de plata. Los astros se alinearon. Se cumplieron todos los requisitos: Oviedo
ganó, Valladolid ganó a Osasuna, Cádiz perdió contra Granada y el Numancia venció, no sin sufrimiento, por 2-1 gracias a sendos goles de Guillermo y Unai Medina.
Soria estaba en play-offs.
Audentes fortuna iuvat.
A las puertas de la gloria
Derbi del Moncayo en semifinales. El Real Zaragoza, máximo favorito y tercero en Liga regular, visitaba Soria en la ida. Empate a uno en un partido marcado por el respeto entre ambos contendientes.
Esperaba una Romareda a rebosar que quería recordar que el león siempre ruge. Íñigo Pérez adelantó a los visitantes con un zapatazo desde fuera del área y despertó al felino. El Zaragoza dispuso de ocasiones para dar la vuelta al marcador, pero un titánico Aitor Fernández evitó la debacle y solo Borja Iglesias fue capaz de igualar la contienda en un partido al que la lluvia y el clamor de la grada dotó de un a
Pero ya no había más. El frasco de la suerte, el frasco de la épica numantina se había agotado. El Real Valladolid fue un huracán. Aquel trece de junio, el día que Soria olía a tierra húmeda, el día más bonito en los últimos años para los aficionados al fútbol en la tierra de Machado, el día en el que los estudiantes apuraban sus últimos exámenes de selectividad, aquel día, Numancia acabó cayendo ante el asedio de un gigante más pragmático que vistoso. Ante un imponente Jaime Mata y un maradoniano Pablo Hervías. Ante la vecina Pucela. Incapaz de dar más cuando te has vaciado por completo. Con la miel en los labios. Con la liga de las estrellas tan lejos, y a la vez tan cerca. Un 0-3 difícil de digerir. El 1-1 de la vuelta sería testimonial: Numancia había caído días antes.
Reconstrucción obligada
Acabó la temporada, y con ella, los cambios fueron ineludibles. Es una ley no escrita del fútbol. Tras una excelsa temporada, el equipo pequeño es incapaz de retener a sus estrellas, reclutadas por equipos de más entidad gracias a las promesas de éxito, dinero y progreso.
De esta manera, Saúl García, lateral de muy grato recuerdo en los Pajaritos por su vocación ofensiva; Pere Milla, fijo en el ataque durante todo el año y que dejó, además, 6 goles y Unai Elgezabal, que tuvo un gran papel en las semifinales contra el Zaragoza, volvían a sus respectivos equipos tras apurar sus cesiones.
Pablo Valcarce decidía no renovar su contrato y volaba hacia Mallorca, al igual que hizo Munir, este dirección Málaga. Manu del Moral rescindía el suyo para cambiar Los Pajaritos por el Nou Estadi de Tarragona. Los dos pilares del equipo, un Aitor Fernández consolidado como el mejor portero de la categoría –con el permiso de Cristian Álvarez y Remiro- y un Íñigo Pérez que había sido el eje del equipo durante cuatro campañas, abandonaban el equipo rumbo a Levante y Osasuna respectivamente, a cambio de una suma cercana a los dos millones de euros. El entrenador, el líder del grupo durante tan prodigiosa campaña, también abandonaba el barco. Jagoba Arrasate partía, con Íñigo, hacia Pamplona. Numancia se derrumbaba.
Era importante reconstruir una Numancia aún en ruinas y en shock. Remplazar las piezas faltantes.
Llegaron Jordi Sánchez y Borja Viguera para cubrir la falta de gol tras la salida de Manu. Llegaron Oyarzun y Yeboah para aportar desequilibrio en banda como hicieran otrora Pere Milla y Valcarce. Más tarde fue el turno de Alejandro Sanz, Noguera y Fran Villalba, la joven perla de la cantera valencianista, para recuperar el control en el medio del campo que había pertenecido a Íñigo tanto tiempo. Llegó Juan Carlos Sánchez para parar lo que paraba Aitor. Y llegó un nuevo líder. Llegó un Aritz López Garai que había deleitado en Reus para tomar los mandos de una Numancia reconstruida.
Las comparaciones son odiosas. Odiosas pero, a veces, necesarias.
Expectativas demasiado altas y golpe de realidad
Comienzo titubeante, signo que acompañaría a los discípulos de López Garai durante todo el año. A un empate a 3 en Córdoba y otro empate en casa frente al Cádiz hay que sumarle la derrota en Lugo pese a haber comenzado 0-2 por delante en el marcador.
Por si fuera poco, el 28 de siempre se oficializó el cambio de propietarios del club. Francisco Rubio Garcés abandonaba la presidencia tras 26 años en el cargo en los que lelvó a cabo un modelo de gestión económica y deportiva ejemplar, manteniendo en la élite a un equipo de una ciudad de cuarenta mil habitantes. El nuevo presidente, Moisés Israel, a través del grupo inversor Health and Sports Development S.A. y Football Newco 18 S.L. anunció que mantendría el modelo de gestión que tantos éxitos había brindado a Soria y que intentaría hacer crecer al Numancia a nivel global.
En lo deportivo, cal y arena a partes iguales. A dos puntos muy valiosos visitando el Molinón y los Cármenes y la victoria por 1-0 en el derbi frente al Zaragoza hay que sumar las derrotas en casa frente a Almería o Rayo Majadahonda, rivales, a priori asequibles y los viajes a Las Palmas y Málaga, donde el Numancia apenas compareció sobre el terreno de juego.
Partidos a buen nivel con partidos impropios de un equipo de segunda división, como el partido de Copa contra el Sporting (derrota por 1-2) donde se oyeron pitos hacia el equipo.
Los cuatro últimos partidos del año, ya en diciembre, y con un equipo más reconocible siguieron la tónica dominante durante la 18/19. Victoria por 3-0 al Nástic en uno de los mejores partidos del año, para después dejar una buena imagen en Riazor, remontada inclusive, para acabar 2-2. Derrota en casa frente al Albacete y un empate con sabor a victoria en un Alcorcón sumergido en la niebla para cerrar el año.
Demasiada irregularidad para intentar devolver a Numancia a la gloria.
Acaba el año como empezó. Con aroma a historia. Con veintitrés partidos por delante para volver a soñar. Para enseñar al mundo que no hay resistencia como la numantina. Para mostrar que Numancia nunca se rinde. ¿Tendrá 2019 por fin sabor a fortuna para Numancia?
Cinco momentos que marcaron 2018
Más que un partido de fútbol: la Copa del Rey fue momento de alegría, momento de competir contra los más grandes y momento de gritar para que Soria, capital de la despoblación y el abandono, tenga un futuro mejor. #SoriaYa
¿Todo por la borda? Dos partidos en los que el Numancia visitaba a dos rivales ya descendidos (Lorca y Sevilla Atlético) que se saldaron con derrota y que estuvieron a punto de costar caro. Por exceso de confianza o de nervios, por verlo tan cerca y no atreverse a agarrarlo. Aprender de los errores.
Éxtasis y drama en Los Pajaritos: el árbitro pitó el final y el marcador señalaba un ajustado Numancia 2 – 1 Cultural Leonesa. Éxito para los locales, clasificados para el play-off por primera vez en su historia. Drama para los visitantes, descendidos a la segunda división B. Caprichos del destino.
El gol de Diamanka: el Real Zaragoza estaba dentro y la Romareda apretaba para hacer válido el empate a 1 y apurar los dos minutos restantes de partido. Pero apareció él, Diamanka, jugador que no fue valorado en su etapa en Zaragoza, para rematar a gol, en el 91’, un centro al primer toque de Íñigo Pérez y enmudecer la Romareda. Cosas del fútbol.
Pucela acaba con el sueño: máxima ilusión en Soria que se desplomó en noventa minutos. Los noventa minutos que el Real Valladolid tardó en endosar una tripleta de goles a Aitor Fernández y sentenciar la eliminatoria ya en el partido de ida. No pudo ser.
Cinco nombres que marcaron 2018
Jagoba Arrasate: el director del equipo, el hombre que devolvió la ilusión perdida. La mejor despedida posible tras tres temporadas en el cargo.
Julio Álvarez: más de doscientos cincuenta partidos y más de cincuenta goles después, la leyenda del CD Numancia se despedía del fútbol tras nueve temporadas al máximo nivel disputando quince minutos en la ida contra el Valladolid. Ovación atronadora para ¿el mejor jugador de la historia del club?
Aitor Fernández: sostuvo al equipo en los momentos clave. Como aquel pie a Fran Mérida en Soria. Como aquellas paradas a Papu y Borja Iglesias en Zaragoza. Y como tantas otras. Merecido fichaje por el Levante.
Íñigo Pérez: otro que se fue. El timón, la manija, la brújula, el capitán del barco decía adiós tras una temporada espectacular y se marchaba a su Pamplona natal.
Aritz López Garai: un hombre con una misión nada sencilla: hacer olvidar al magnífico equipo de la 17/18. Los resultados le juzgarán.
Y recuerden:
Numancia nunca se rinde