Un golpe en la mesa era lo que necesitaba un equipo y un entrenador que habían perdido el norte en un diciembre fatídico y lo volvió a encontrar ante el mejor rival y en el momento más adecuado. El Etihad se entregó ante un City que se mostró bastante más pragmático que en otras ocasiones y supo defender y atacar con la misma consistencia y determinación con la que lo hacen los grandes en este tipo de partidos, donde saber manejar la presión es vital.
Pasado un poco más de un cuarto de hora de un partido cerrado y poco emocionante, llegó la jugada que marcó el andar del Liverpool en este encuentro cuando Mané estrelló un balón en el palo que después derivó en una tangana en el área que culminó con la pierna salvadora de Stones, que sacó un balón que parecía haber entrado en el marco de los Citizens. La repetición mostró que poco más de un centímetro fue lo que separó al Liverpool de irse adelante en el marcador. A veces el futbol sí es un juego de precisión.
La jugada de mal agüero para los Reds propulsó a un City que dio sus mejores minutos en la Premier después de un sombrío diciembre. Kompany, con una tarjeta amarilla sobre Salah, que si existiese un naranja se la habrían dado, salvó al City de un contraataque que habría podido ser fatal. Agüero, a escasos cinco minutos del final de la primera parte, gracias a un pase de Bernardo Silva y una muy floja marca de Lovren (la pieza más endeble del Liverpool) mandó, casi sin ángulo de tiro, un maravilloso disparo que abrió el marcador para los locales. El argentino se convierte en un tiburón cuando nada en las complicadas aguas de la Premier, y hoy lo volvió a demostrar. Las viejas glorias del City, por más inversión que haya, son las que siempre acaban levantando la mano cuando los Citizens más lo necesitan.
Lo que siguió fue una trepidante segunda mitad, una de las mejores del presente curso, que nos regaló un partido muy bien jugado que fue decidido, literalmente, por centímetros. Vale la pena repetirlo una vez más: El futbol, a veces, sí es un juego de precisión.
El Liverpool dio todo de sí, mostró su mejor futbol, y encerró a un City que parecía languidecer ante unos avasallantes Reds. Una jugada providencial del equipo que nunca camina solo emparejó los cartones gracias a un maravilloso centro de Alexander-Arnold, una oportuna asistencia de Robertson y a un Firmino tiempista que parecía mandar la señal de que el Liverpool ya se había sacudido los fantasmas de campañas anteriores.
La alegría no le duró mucho al equipo de Klopp porque el City despertó y supo ser pragmático. En un contragolpe comandado por Sterling y finiquitado por Sané, que estrelló el balón al palo pero tuvo la fortuna de la que no gozó Mané. El balón estaba al fondo de las redes y el City estaba de vuelta, junto con los fantasmas que acechan al Liverpool desde hace muchos años.
Durante los últimos 20 minutos restantes los Reds fueron valientes, dieron todo a su alcance para revertir la mala fortuna que los había acompañado a lo largo del encuentro, pero no fue suficiente; los de Klopp cayeron con la frente en alto, consuelo que no es suficiente cuando el equipo pudo haber estado a 10 puntos de su rival más temible. Ahora la realidad los sitúa a escasos 4 puntos de los chicos de Guardiola, que difícilmente repetirá un mes como el que tuvo el pasado diciembre. Hay liga en Inglaterra y una muy llamativa narrativa se centra en el Liverpool: ¿Serán capaces los Reds de vencer su historia y a uno de los mejores equipos que ha tenido la Premier en su historia? No cabe duda que los ojos del mundo estarán ahí para ver uno de los más esperados desenlaces de la liga más competitiva del orbe.
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