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Por favor, intentemos estar a la altura

Hace un año que el sportinguismo perdió su sonrisa, su alegría, su identidad. Parecía algo imposible, en lo que ningún aficionado quería pensar, pero Quini se fue. Don Enrique Castro nos dejó un vació que nadie será capaz de rellenar. Desde entonces, humildemente, hemos mancillado el nombre de nuestro icono.

Salvo por el funeral que, no había duda de que debía de ser en El Molinón – Enrique Castro «Quini», ni club ni afición han sabido estar a la altura. Por una parte, los actos promovidos por la institución han sido planos. Los homenajes en el partido ante el Rayo Vallecano no dieron la talla, y se había dado un margen de tiempo amplio para su preparación. Sin duda, demasiado amplio. Por otro lado, la camiseta de homenaje es mancillar el propio nombre de Quini. Que su reflejo sea un detalle plateado en el pecho, justo encima de la publicidad de una casa de apuestas no tiene nombre. Y que, además, su recuerdo sea edición limitada es una desfachatez. Todo sportinguista quiere y debería poder tener algo que se ha hecho como homenaje a su ídolo, aunque el diseño no acompañe. Y, bueno, dejaremos el tema de la subasta de lado. Ojalá al menos los fondos lleguen a su Fundación para una buena causa.

En cuanto a la afición, desgraciadamente la mareona cada día deja un poco más que desear. Y el bochorno de cada minuto 9 en El Molinón es espantoso. El día que un aficionado perico llegue a El Molinón y vea eso, cualquier comparación con el minuto 21 de cada partido del Espanyol parece una broma. Nos autocatalogamos como una de las mejores aficiones de España, pero no somos capaces de mirarnos un poco al ombligo. Llevamos años sin dar la talla.

Y todo esto, qué queréis que os diga, me deprime. Estamos mancillando la historia. Y no estamos siendo justos con Quini. Aunque personalmente pienso que en vida tampoco se fue. Pero esto marca el rumbo de un equipo y su afición. Al menos antes la bochornosa gestión económica se paliaba con una afición entregada. Ahora cada día el Sporting importa menos y a menos en Gijón.

Personalmente, conocí a Quini de muy pequeño. Tuve la fortuna de nacer en cuna Sportinguista, y eso implicaba peregrinar a Mareo de vez en cuando. Con 3 o 4 años ya pululaba viendo entrenamientos del primer equipo.  Yo no paraba detrás de cada pelota que se escapaba, pero mientras tanto mi abuelo y Luís Dorado no paraban de hablar con Quini. Como todo niño pequeño, no aguantaba un segundo a su lado. Pero los años pasan, y las conversaciones tanto de fútbol como de cualquier cosa se tornaban interesantes para mí. Nunca le llegué a pedir una foto, lo veía algo tan natural que en ningún momento me molesté. Hace casi 10 años de la última mañana que pasé con los 3 en Mareo, ahora espero que se junten ahí arriba con asiduidad.

Desde aquí abajo, espero que intentemos cambiar las cosas de una vez. Por ti, Quini, y por la supervivencia de aquello que tanto has querido. Porque desde que tú te has ido, esto se va muriendo cada vez un poco más rápido.

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