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La graduación de Nacho Méndez

Nacho Méndez conduce el balón en el derbi asturiano

Resulta difícil, una vez analizado ya desde un prisma menos pasional, quedarse con alguna actuación en concreta en el derbi. Unos dirán que la pareja de delanteros volvieron loca a la defensa del Real Oviedo. Otros se quedarán con el despliegue de los laterales Geraldes y Molinero para cerrar a cal y canto las bandas y los centros de los enormes jugadores que atesora el cuadro carbayón en esas posiciones. Algunos quizá con el trabajo incansable de Isaac Cofie. Pero hubo un jugador que realizó un partido de esos que te consagran en el fútbol profesional. Ese es el de Nacho Méndez.

Nadie en la parroquia sportinguista dudaba la calidad del jugador de Luanco. La de un ’10’ puro al que José Alberto López le dijo tras su llegada al filial que iba a jugar de mediocentro por su capacidad para entender el juego. El ovetense le reconvirtió a la parcela central desde la mediapunta, lugar donde había desarrollado toda su carrera en categorías inferiores. Al principio le costó, como es lógico. Nuevos mecanismos, más responsabilidades -sobre todo defensivas-, que le llevaron un tiempo de aprendizaje. Pero pronto empezó a destacar.

Fue clave en el ascenso de 2017 del filial a Tercera División, donde formó una excelsa pareja junto con Cristian Salvador. Pronto llamó la atención de Paco Herrera, que en pretemporada le reclutó para el primer equipo y le hizo debutar en la jornada dos como titular. Un debut quizá algo precipitado. Tuvo que ser sustituido al descanso por una pequeña crisis de ansiedad. Volvió a tener minutos en el filial, con la confianza del entrenador que le insistía en que en la ‘galletona’ de la medular estaba su puesto.

Nacho Méndez en un partido frente a la Cultural la temporada pasada

Tardó más de tres meses de grandes actuaciones en el filial en volver al primer equipo. Lo hizo en el último partido de Paco Herrera y posteriormente en los primeros de Rubén Baraja. Pero el vallisoletano no le veía adecuado para el mediocentro. Le usó principalmente en su antiguo puesto; la mediapunta. Un puesto de menos responsabilidades defensivas y en la que aprovechaba los minutos de los que disponía, aunque acabaría, de nuevo, la temporada en el filial.

Una temporada difícil desde el inicio

Este año, ya como jugador del primer equipo, tuvo un inicio difícil. Empezó como titular, pero no logró afianzarse con Rubén Baraja. Los malos resultados y la irregularidad en el juego propiciaban que el técnico vallisoletano cambiara mucho las alineaciones. Sobre todo en el centro del campo. Pero fue con la llegada de su valedor y mentor, José Alberto López, con quien Nacho empezó a tener muchos más minutos. Pero la irregularidad era su losa. No lograba dar continuidad durante noventa minutos. Ni tampoco aportaba con regularidad ese trabajo cuando no estaba acertado con balón.

Pero todo eso sí ocurrió este domingo. A la calidad ya sabida y de la que nunca hubo dudas, añadió un aporte extra de trabajo clave. Recuperó muchos balones. Fue una pesadilla en la presión para Sergio Tejera y Javi Muñoz que entre el luanquín y Cofie muy pocas veces pudieron estar cómodos. Y todo fue redondo cuando además recupera el balón y filtra un balón perfecto en la jugada que acaba en el gol del partido. La guinda del pastel que le faltaba al mejor partido del gozoniego con la camiseta rojiblanca.

Nacho Méndez cumplirá 21 años el próximo sábado y como regalo recibe su graduación definitiva como jugador profesional. Y la logró en el partido probablemente más esperado por toda la afición como es el derbi frente al Real Oviedo. Aquel grumete o guardiamarina de Luanco, siempre risueño y hasta muchas veces inocente, ahora ya es un capitán de barco. El encargado de gobernar la sala de máquina rojiblanca, si le dejan, ahora y en el futuro. Avante toda, capitán.

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