El Milan sabe sufrir y mantiene vivo el sueño de la Champions
El conjunto rossonero logra superar las lesiones, la rebeldía de Bakayoko y a un valiente Bologna para mantenerse vivo en la batalla por un boleto para la máxima competición europea
El futbol quita y da, y nunca se sabe cómo se inclinará la balanza. Un equipo puede jugar mal, ser superado por el rival, perder a jugadores por lesión, que su técnico y uno de sus mejores elementos se peleen y, aun así, salir avante y ganar un partido crucial. El Milan de Gattuso, que parece caerse a pedazos, sigue vivo y con un calendario asequible para seguir soñando con regresar a la competencia que lo ha convertido en un grande del futbol mundial.
El cuadro rossonero inició con más pundonor que ideas, una constante en los últimos partidos del Milan de Gattuso. El entrenador de los locales optó por retomar el 4-3-3, que había llegado a abandonar con el fin de tener a Piatek y Cutrone juntos en la línea de ataque; pero la necesidad le ha llevado a retomar su formación predilecta a lo largo de la campaña.
Calhanoglu puso a prueba a Skorupski con un disparo lejano a los 10’ que el arquero polaco logró mandar fuera de los límites de su portería. Tres minutos después, el arqueo boloñés midió mal un centro lejano por la banda derecha del Milan que le quedó a Musacchio, quien finalmente acabó desperdiciando la oportunidad más clara del partido hasta ese momento. Los locales mostraban más voluntad que futbol.
El par de llamadas de atención hicieron que el Bologna reaccionara. El conjunto Rossoblù llegaba a 5 puntos del descenso y sumar significaba reservar un lugar para la próxima temporada de Serie A. Orsolini, que quizás sea jugador del Milan la siguiente temporada, se llevó a Rodríguez y quedó frente al marco de Donnarumma. El arquero más prometedor del futbol italiano demostró su valía y puso el cuerpo para que no cayera su arco. Un gol anulado a Palacio cuando el reloj rozaba la media hora de partido mostraba a un Bologna que tenía más control de las acciones que el propio conjunto rossonero. El compacto 4-2-3-1 de Mihajlovic estaba dando resultados .
Parecía que sería una noche muy larga para los locales: un Biglia que cayó lesionado y un Bakayoko rebelde que decidió no tomar el lugar del argentino, con insulto a Gattuso incluido, parecían aves de mal agüero. El Milan mostraba sus debilidades, tanto dentro como fuera de la cancha, en el peor momento. Quizás sea la última aparición del francés como jugador de Il Diavolo; muchos pagarían por saber qué se dijo en el vestidor al medio tiempo.
Pero la salvación tendría nombre. Suso sacó una chispa del enorme y desperdiciado talento que tiene al recibir una pelota de Mauri (quien sí quiso entrar) en los linderos del área, resistir la presión de cuatro rivales y poner en el fondo de las redes el primer tanto del partido. Una ventaja inmerecida, algo común en el Milan de esta temporada. Una primera parte caótica para los locales, pero que les estaba dando dividendos.
La parte complementaria trajo consigo un Milan mejor parado, que manejaba bien sus transiciones y que estaba mucho mejor organizado que en la primera mitad. Un disparo lejano de Calhanoglu, que estuvo muy participativo, volvió a preocupar a la zaga visitante. Pero el mayor premio para el Milan llegó gracias a un rechace defectuoso de Skorupski, que escupió de mala manera un tiro lejano de Paquetà, dejando a Borini meter apenas su segundo gol de lo que va en la temporada. Sin mucha idea, con más nervios que inteligencia, pero los rossoneri ya tenían una diferencia de dos goles en el marcador. Pero el partido estaba lejos de estar definido.
Cinco minutos después del gol que le debía de dar estabilidad emocional al Milan, cayó el tanto de Mattia Destro. Una muy mala ejecución de la trampa del fuera de lugar por parte de los rossoneri, donde Kessié se quedó anclado, terminó con Destro disparando a quemarropa, dándole un rayo de esperanza a los de Bologna. Si el gol era una mala noticia para los locales, lo que pasó después fue peor.
Paquetà, justo después del gol del contrario, perdió la cabeza tras recibir una clara falta de Pulgar. El brasileño reaccionó violentamente en contra de del centrocampista del Bologna y Marco Di Bello le mostró una cartulina preventiva; en vez de calmarse, el centrocampista le soltó un manotazo al colegiado, quien no dudó en mandarlo a las regaderas. Quedaban quince minutos y un Milan sin ideas perdía a su jugador con mayor creatividad. Solo quedaba, al precio que fuera, resistir. Y lo hizo.
La zaga y Donnarumma lograron contener la oleadas de peligro de los rossoblù, que al menos generaron tres ocasiones de peligro que estuvieron a poco de convertirse en el empate, y en el balde de agua que apagara la llama de la esperanza rossonera. Pero el conjunto local aguantó, sin Bakayoko o Biglia, sin un suspendido Romagnoli, para seguir soñando con la Champions. El Milan, como diría Dr. Strange, quizás tenga una oportunidad dentro 14 millones para lograr clasificarse a la mayor cita del futbol europeo. Pero mientras los rossoneri tengan esperanzas, podrán asirse a ellas para mantenerse vivos en este trepidante final de Serie A.
Milan, 4-3-3: Donnarumma; Abate, Musacchio, Zapata, Rodríguez; Kessié, Biglia (Mauri), Paquetà; Suso, Piatek, Calhanoglu.
Bologna, 4-2-3-1: Skorupski; Calabresi, Danilo, Lynaco, Dijks; Pulgar, Poli; Orsolini, Svanberg, Sansone; Palacio.
@Ricardoguajiro