En las otras ocasiones que Miguel Torrecilla se sentó ante los medios quedaba la sensación de que no contestaba del todo a las preguntas que se lo formulaban. Pero esta vez sin embargo el salmantino no eludió ninguna. El problema radicó, además de en su presentación, en las preguntas que recibió por parte de los medios.
El responsable deportivo se plantó ataviado en chándal y empezó por saludar uno a uno a todos los asistentes, algo no habitual. Ofreció una ponencia más digna de un coach de Tercera División o de Bill Gates presentándonos el nuevo sistema operativo Windows, que de un profesional de la gestión deportiva. Siendo esto innegable, el objetivo era, o debería haber sido, cuestionar al salmantino por una temporada bochornosa e indigna de un club como el Sporting de Gijón.
Pero no. La fabulosa prensa de Gijón y del Principado le preguntó por el cambio de formato, por su sportinguismo, por su chándal y por su, indigna y lamentable, presentación en PowerPoint. Dio igual que se dijera a las claras que se renuncia a André Geraldes. O que se va a vender a uno de los porteros al mayor postor según las ofertas recibidas. Eso no es importante para la mayoría de la prensa porque su inquina personal hacia él pesa mas que hacer un trabajo que pueda ser interesante para mantener verdaderamente informada a la afición.
El gran showman
Miguel Torrecilla salió a la rueda de prensa sabiendo que podría salir escaldado y lo llevó a su terreno, entrando casi todos los periodistas al ruedo. Como si de un escapista del circo de ‘El Gran Showman’, explicó únicamente lo que le convenía y consiguió posteriormente convertir un mal trago en un espectáculo. Lamentable, pero espectáculo al fin y al cabo. Aún siendo imposible que no supiera que era bochornoso, ha sido y será mucho más fácil de digerir que un asedio continuo a preguntas sobre esta dantesca temporada que ha acabado con el Sporting fuera de cualquier pelea por el ascenso.
Porque por mucho que hablara de sentimientos, el Sporting es una empresa, como dijo Javier Fernández. Y su jefe esta encantado con él, porque tiene hechuras de sobra para que al presidente casi no se le cite tras los continuos fracasos que ocurren bajo su mando. Miguel Torrecilla apareció creyéndose más listo que los presentes en esa sala de prensa y una vez más demostró que lo es. Ahora solo quedaría discernir si es un genio o un caradura. Pero con la prensa deportiva como la hoy presente estará complicado saberlo.