Nos gusta evocarnos a la nostalgia. A mirar al pasado. A pensar en carreras históricas cuando los semáforos se apagaban. En sucesos asombrosos que nos pusieron la piel de gallina. Ahora no es así. Esta era de la Fórmula 1 no transmite lo mismo que en años anteriores. Se ha intentado revertir la situación con nuevas reglamentaciones, cambios aerodinámicos y similares. Pero cuando una escudería es superior al resto, hay poco por hacer.
Impera la monotonía. Y ya resulta algo agotador. El pasado domingo en Paul Ricard, donde el calor francés no pudo derretir las opciones de doblete para Mercedes, se repitió la escena. Un dominio implacable por parte de los germanos. Aburrimiento, dirían algunos. Demasiado control, dirían otros. La cuestión es simple, y es que no parece digno de la categoría reina del automovilismo.
Exceptuando la primera y última vuelta de carrera, todo el Gran Premio imitó a un gran espejismo en el desierto. Pues las emociones se encontraron a principio, tras apagarse los semáforos, y a final de carrera. Nada más. También es verdad que no todo ocurre porque sí, sino también a un cúmulo de cosas. Y una de las fundamentales se llama competencia. Hay un equipo que sabe a la perfección los errores que está mostrando.
Ferrari se muestra desaparecida. Sin nada a que agarrarse. Parece que hayan tirado la toalla. Con la casi victoria de Canadá y su posterior apelación anulada por los comisarios, parece que ya tienen un ojo, una pierna y me jugaría que el corazón, pensando en la temporada que viene. Demasiados problemas en un tiempo muy limitado. La aparición de Leclerc ha obstaculizado y mucho, no solo al otro piloto como es Vettel, sino a la propia Scuderia en la toma de decisiones y prioridades dentro y fuera de la pista.
Los que sí parece que ya hayan encontrado un camino y un estilo al cual seguir es el equipo papaya. Excelente fin de semana que debería no ser una excepción. McLaren vuelve a oler a McLaren. La organización interna va por buen camino. Pero no es motivo para confiarse. Después de estos largos años, quien se confíe debe tener poca memoria. Irán para arriba, eso seguro. Les hace falta.
En definitiva; la consecución de Grandes Premios con el mismo guión que justo antes de que los semáforos se apaguen, no es bueno para el espectáculo. No hay variedad, y por tanto tampoco novedad. La monotonía resulta evidente. Ya sea por el trazado, por las estrategias o por las carreras tan controladas por las propias escuderías. Algo debe cambiar, y no parece cercano a lo que pensamos.
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