Nueve de julio de 1994. Un día que ha pasado a la historia del fútbol mundial. Lo que parecía ser una jornada más del Mundial de Estados Unidos, se convirtió en algo para la posteridad. El campeonato del mundo se encontraba ya en su recta final. En concreto, en los Cuartos, y allí estaba España. La selección venía mostrando un buen rendimiento a lo largo del torneo. Llegó invicta a esa fatídica ronda, donde se produjo una de las mayores injusticias de la historia.
Era sábado por la tarde. En el Foxboro Stadium de Boston –ahora Gillette Stadium-, las doce de la mañana. España jugaba ante Italia. Un encuentro difícil, ante otra de las favoritas. El encuentro no empezó bien. En la primera parte, un golazo espectacular de Baggio puso por delante a los italianos. Caminero empató el encuentro, y ‘La Roja’ se fue a por el partido.
Salinas se situó como delantero centro, dejando que fuese Luis Enrique quien actuase de enganche. Una decisión que a punto estuvo de surgir efecto cuando el propio Salinas se puso delante de Pagliuca, pero no logró acertar de cara a puerta, entre otras cosas, por la magnífica intervención del meta italiano. Era la recta final del encuentro, y España tenía a Italia contra las cuerdas.
Pese a ello, seis minutos más tarde, los nuestros vieron de primera mano aquello de “quien perdona lo paga”. En un contragolpe de la Azzurra, Baggio no perdonó y puso el segundo. Lo que parecía ser algo definitivo pudo no serlo. Minuto 93 de partido y balón al área de Jon Andoni Goikoetxea. Por allí andaba Luis Enrique, buscando el remate que pusiese el 2-2. Un tanto que podría haber logrado, pero un codazo de Tassotti se lo impidió.
El húngaro Sandor Puhl no señaló infracción alguna, pero para la historia queda aquella nariz rota de Luis Enrique y la camiseta blanca del asturiano llena de sangre. Un codazo que dolió a toda España. Una jugada que, con VAR, habría sido penalti y expulsión. Ahí acabo el sueño de ‘La Roja’ en aquel Mundial. Una imagen para la historia del fútbol, una decisión arbitral que enviaba a la selección a casa. Parecía un ‘robo’ inigualable, aunque lo peor estaba por venir. En concreto, ocho años después con Gamal Al-Ghandour y compañía. Pero esa ya es otra historia.
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