Hace 4 años el Sportinguismo se despertaba con una noticia esperanzadora de cara a la segunda temporada en La Liga Santander. El conjunto rojiblanco oficializaba la llegada de Moi Gómez. Un jugador de esos denominados diferentes, especiales. Un mediapunta que otorgaba calidad a los gijoneses y esa dote de magia en los metros finales. Además, el jugador llegaba a coste 0 y con una ficha asumible. Operación casi redonda.
Pero de la euforia inicial, pronto se fue bajando. El jugador llegaba a Gijón tras un año convulso cedido en el Getafe, en el que no tuvo la continuidad deseada con sólo 900 minutos en toda la temporada. Además, el estancamiento era evidente. Pese a ser habitual en su último curso en el Villarreal, el club amarillo se desentendía del jugador para mandarle a tierras asturianas.
La primera temporada como rojiblanco se convirtió en un fijo en las alineaciones gijonesas. Comenzando a demostrar esa calidad que le había otorgado en su momento la vitola de promesa cuando despuntaba en tierras castellonesas. Pero a la vez, fue dejando un halo de pasotismo y frialdad que nunca gusta en El Molinón. La afición rojiblanca demandaba sacrificio y esfuerzo en una temporada en la cual las cosas no terminaban de salir. Y, en ese caso, pincharon en hueso con el jugador alicantino. Rubí fue el que consiguió retomar la mejor versión de Moi pero ni los cambios del entrenador catalán pudieron evitar el descenso.
La temporada siguiente, la tónica fue la misma. Además, en un equipo que había perdido la identidad y la enseña del juego, y en una categoría aún más física y dura, la luz del alicantino se acabó de apagar. En el mercado de invierno, Rubí le repesco para su aventura en Huesca. Una salida para reforzar a un rival que nadie se explicará en Gijón. El jugador de nuevo volvió a crecer a manos de quien apostó por él, alcanzando la gloria del ascenso siendo importante en el cuadro oscense. Y una vez en primera, resurgió de sus cenizas volviendo a tener esa poca de magia que le hizo despuntar de joven.
Ahora, llega la vuelta. El jugador ha regresado a Gijón dónde le queda un año de contrato. El club busca hacer caja pidiendo hasta 2 millones por un jugador que el año pasado fue importante en La Liga Santander. Un precio alto, pero el mercado está loco, a la vista están los 3,5 millones que el Eibar ha pagado por Roberto Olabe. A su vez, el jugador desea salir y sus representantes están haciendo todo lo posible para tirar el precio, teniendo en cuenta la duración de contrato restante. Una guerra abierta con un jugador que ya salió una vez por la puerta de atrás. Ambos parecen condenados a entenderse pero… ¿Que pasaría si Moi vuelve a vestir la rojiblanca contra el Girona? Es un jugador del todo aprovechable para un equipo con deseo de jugar al fútbol. Y eso Jose Alberto lo sabe. El tiempo decidirá.