La noche más oscura para el Sevilla
Al igual que en el título de la película dirigida por Bigelow, el Sevilla vivió una noche inmersa en la penumbra más absorta. A pesar del tesón e insistencia de los locales, estos no fueron capaces de superar al Villarreal. El amarillo eclipsó al Sevilla en el Sánchez Pizjuán
A 15 de diciembre, con la capital andaluza inmersa en un ambiente navideño, el Sevilla FC tenía una cita con todos sus aficionados y con el Villarreal en el Ramón Sánchez Pizjuán para disputar la jornada 17. Una apetecible tarde de domingo, con la noche bien asentada en el estadio y una temperatura agradable. Los locales, bien asentados en la tercera plaza, tratarán de vencer para igualar en puntos al Real Madrid, a la espera de lo que pase esta noche en Mestalla.
Sin embargo, la noche se hizo mucho más oscura para los locales, cuando con menos de quince minutos en el cronómetro de juego Albiol enmudecía Nervión con su testarazo. El central del Villarreal cabeceó cómodamente -y sin resistencia- en un solitario segundo palo. La previa peinada en el primer palo desajustó el sistema de marcas del equipo de Lopetegui y dejó a Vaclik detrás de la línea de gol, contemplando como el central rival empujaba el balón al fondo de la red.
Antes de este suceso, el submarino amarillo estaba circulando el balón con mayor soltura y peligro, llegando sin ninguna dificultad a las proximidades del área sevillista. Gerard Moreno estaba siendo indetectable para los zagueros locales, puesto que el delantero se situaba entre Fernando y los centrales. Además, su magnífico juego de espaldas favorecía a las largas y limpias circulaciones del equipo de Calleja. Los visitantes no renunciaban a salir desde atrás.
El gol supuso un punto de inflexión en «casa», ya que los de Lopetegui aumentaron el ritmo con llegadas desde los costados con Reguilón y Navas como principales protagonistas. Sin conseguir ocasiones demasiado claras, exceptuando un duro remate de Banega al palo de Asenjo, este último no tuvo casi trabajo. La sensación de peligro sevillista iba en aumento, las recuperaciones en campo rival se sucedían con algo más de frecuencia, sin ser una constante. Los amarillos cada vez se veían más incómodos en sus salidas de balón desde la defensa.
El Sevilla a cada ataque le imprimía un ritmo, quizás demasiado elevado que le llevaba en muchas ocasiones a precipitarse. El estadio sí que fue una constante fija e inamovible, ya que desde el cantar de su himno no cesaron en dar aliento a su equipo. Aunque, sus jugadores estaban bien posicionados en los ataques laterales, necesitaban encontrar con la clave que decodificara un entramado defensivo muy compacto y jerárquico en los balones laterales. Albiol y Pau Torres parecían estar dando un curso avanzado de ejercicios aéreos.
Las ocasiones de ataque del submarino amarillo desaparecieron, desde aquel buen disparo de Moi Gómez al salir de la banda izquierda al centro buscando el palo largo. El 4-4-2 plantado por Calleja se cerró y pasó a introducir a Chukwueze a la banda derecha para aumentar el número de jugadores por el centro. Así, Iborra, Trigueros y Anguissa formaron una muralla en el pasillo central. El rigor ofensivo pasó a manos de los locales, con la incansables incorporaciones de Navas y Reguilón sirviendo balones a De Jong.
El plan de Lopetegui no funcionó durante los primeros cuarenta y cinco minutos, debido a la envergadura y poderío aéreo de la zaga amarilla. Se consumió el segundo tiempo y en Nervión la oscuridad comenzó a acrecentar con la victoria del Villarreal.
Lopetegui no alteró el guion desde que Albiol hiciese el cero a uno. Ni la introducción de Chicharito por De Jong supuso una modificación en el plan ofensivo. Navas y Reguilón pasaron a convertirse en extremos, de una profundidad demoledora para Quintanilla y Mario Gaspar. Para ello, Fernando se situó de tercer central y por la zona interior acumulaban al ‘Mudo’ Vázquez, Banega y Óliver Torres, arriba -como segundo delantero- Munir y como referencia De Jong y luego Chicharito. El sistema fue modificado, pero el plan del aluvión de centros laterales no.
La vía aérea estaba totalmente restringida para cualquier balón sevillista por Albiol y Pau Torres, quienes se disfrazaron de controladores aéreos y evitaron cualquier centro de Navas -sobre todo- y de Reguilón. Sin embargo, la insistencia, el elevado ritmo impuesto por los locales y una atmósfera que promovía al fútbol total facilitaron que el marcador volviese a estar igualado. Desde la izquierda, Reguilón, llegó el balón que acabaría (de zurda a zurda) en la bota izquierda de Munir para soltar un golpeo imparable.
El balón que destrozó la impenetrable defensa amarilla vino por tierra, una pelota que atravesó el área hasta que Munir la enviase al fondo de la red. Un empate promovido por la constancia y el tesón de los locales. La acumulación de llegadas, por fin, se materializó y puso el empate en el electrónico.
El gol del Sevilla supuso una ráfaga de luz que para los aficionados parecía ser el comienzo del amanecer. Más allá de esa falsa ilusión generalizada por las gradas del Pizjuán, Moi Gómez eclipsó ese atisbo de luz que dio el gol de Munir. La zurda del ’23’ dejó totalmente solo a Gerard Moreno delante de Vaclik. El ‘7’ amarillo, de espaldas al meta sevillista, ve a Ekambi de cara y le regala el gol del desempate. Moi Gómez cegó, con esa delicia de pase, a todos los sevillista volviendo a imponerse una tenebrosa oscuridad en Nervión.
«La noche es más oscura justo antes de amanecer y os prometo que está apunto de hacerlo», o eso al menos decía Harvey Dent en Batman: El caballero oscuro. Sin embargo, en el Sánchez Pizjuán parece que aún era pronto para amanecer. El Villarreal consiguió tres puntos de oro coartando cualquier posibilidad de los locales por puntuar. El sol no salió en Nervión para el Sevilla, sin embargo el amarillo, color con el que se suele pintar al sol, sí que salió en la ciudad Hispalense y con mucho éxito.