El año 2019 será siempre un año feliz en la historia rojilla del CD Mirandés. Tras una primera etapa en Segunda que duró desde 2012 a 2017, el cuadro mirandesista no quería renunciar a volver a las categorías en las que estuvo en toda su historia. Quería volver a catar la plata y volver. Fracasó en 2018. Pero no lo hizo en 2019. En un duro play-off con seis partidos prácticamente a vida o muerte, los rojillos lograron de nuevo el ascenso que permitió a Anduva volver a bañarse en plata.
Sin embargo la temporada 2018/2019 no fue nada sencilla. El cuadro de Borja Jiménez tenía a todo un transatlántico casi inalcanzable en su grupo como era el Racing de Santander. La trayectoria de los cántabros impidió casi de cualquier forma la pelea por el primer puesto. Comenzaron 2019 con 36 puntos, que fueron 39 tras la primera victoria del año frente al Arenas de Getxo. Ese encuentro y el empate siguiente frente al Izarra dejaban a los mirandesistas a cuatro puntos para visitar Santander. Si ganaban o empataban, podría haber pelea. Pero en un partido bravo y disputado, los cántabros lograron la victoria en el añadido del añadido.
Una ‘pretemporada’ de enero a mayo
Ahí el Mirandés se centró entonces en ir asegurando el play-off y una buena posición de cara al mes y medio clave que sería Mayo/Junio. La mentalidad cambió en los casi cuatro meses de liga regular que quedaban. Solo importaba llegar a esa fase de ascenso en el mejor momento. Borja Jiménez y su cuerpo técnico lo sabían, pero no por ello descuidaron la imagen y los resultados. A la derrota en Santander le siguió una nueva racha de nuevo encuentros consecutivos sin perder. Se sumaron 19 puntos de 27 posibles antes de que en el último encuentro de marzo el Mirandés volviese a conocer la derrota en Urritxe.
Quedaban siete partidos y aunque el Mirandés era segundo aún, el Logroñés apretaba en la pelea por la segunda plaza. Si bien ese segundo puesto no era la mayor prioridad, si garantizaba cierta posible ventaja de cara al play-off. Los rojillos lo querían, pero el empuje de los riojanos fue superior y acabaron como segundos, mientras que el Mirandés, que en las últimas jornadas se centró en repartir esfuerzos para llegar bien a la fase de ascenso, quedó tercero.
Un play-off no apto para cardiacos
Seis partidos separaban a los rojillos de Segunda División. Tres eliminatorias a doble partido y sin red a la que agarrarse si caían. La primera de ellas fue contra el Atlético ‘B’. El joven, pero muy talentoso, filial colchonero fue el primer rival. En la ida imperó el respeto y no hubo goles, teniendo que decidirse todo en la vuelta con remontada incluida de los rojillos en el segundo tiempo. Primera eliminatoria superada.
La segunda les puso en liza contra el Recreativo. Los onubenses llegaban tras ser poco menos que sacudidos por un Fuenlabrada que ya estaba en Segunda. La ida en Anduva dio una ventaja, mínima, a los rojillos que tendrían que sentenciar en Huelva. El sufrimiento en el Nuevo Colombino fue máximo y cuando todo parecía abocado a la prórroga, apareció Paris Adot para sembrar la desesperación en la ciudad andaluza. Segunda eliminatoria superada; quedaba una.
La última batalla tenía por rival al Atlético Baleares. El flamante campeón del grupo III no había logrado ascender en la eliminatoria de campeones y era el último obstáculo hacia Segunda. En la ida el Mirandés logró un 2-0 que no era definitivo, pero daba una gran ventaja. Pero en Son Malferit tocaba sufrir… y mucho. El gol de Matheus parecía ser definitivo, pero los baleáricos no se iban a rendir y se quedaron a un solo gol de culminar una remontada que hubiera dejado al Mirandés en Segunda ‘B’. Pero como no llegó, los rojillos lograban volver a Segunda dos años después.
Se va Borja Jiménez, llega Iraola
A las pocas horas de consumarse el ascenso llegaba la primera sorpresa. Borja Jiménez dejaba el equipo y ponía rumbo al Asteras Trípolis de la Primera División helena. El Mirandés necesitaba, como primer paso lograr la contratación de un nuevo entrenador. Muchos nombres fueron relacionados. Jóvenes con ambición, veteranos con experiencia, pero el nombramiento cuajó una gran sorpresa a todos: Andoni Iraola.
El de Usurbil llegaba a Miranda de Ebro a vivir su primera experiencia como técnico en España. Solo el año anterior como entrenador en el AEK Larnaca chipriota figuraba como experiencia a nivel profesional como técnico. Con el entrenador ya elegido tocaba hacer la plantilla. Se dio mucha continuidad al bloque del ascenso y el perfil de jugador que se quería en el mercado parecía claro. Se buscaban jugadores jóvenes, con hambre y con ambición por ser importantes en el mundo del fútbol. Así llegaron hombres como Merquelanz, Enric Franquesa, Iñigo Vicente o Marcos André entre otros
Todo fue cuestión de adaptación
El inicio en el regreso dos años después a la categoría de plata no fue sencillo. Tampoco lo era el calendario inicial, que llevaba a los rojillos a jugar frente a Rayo Vallecano, Cádiz o Real Oviedo en las primeras cuatro jornadas. Sin embargo el equipo ahí fue capaz de ir sumando poco a poco a base de empates. Eso llevó al Mirandés a caer a puestos de descenso durante el mes de septiembre y parte de octubre. Pero el equipo se le veía crecía y el juego fue adaptándose a lo que requerían las situaciones. Ese fue el gran mérito de Iraola como entrenador: el lograr adaptar sus ideas a lo que le hacía falta al equipo.
Y con eso el Mirandés empezó a mirar hacia arriba. Tanto que en apenas dos meses pasó de ser penúltimo con ocho puntos a acabar en décima posición la primera vuelta con 31. 23 puntos de 33 posibles sumó el cuadro rojillo en el segundo tramo de la primera vuelta en la que solo Elche, en un partido lleno de fatalidades, y Almería fue capaz de hacerles morder el polvo. Los números son excelentes para un conjunto que solo tiene como objetivo mantener la categoría. Un hito que buscarán confirmar en la primera mitad del 2020 que, de lograrlo, escribirá otra gran página en la historia rojilla.