Ausencia de fútbol, días de reflexión
El confinamiento nos ha privado de la cosa más importante de las menos importantes
Quién nos diría que la victoria del Real Betis al Real Madrid sería el último partido que veríamos. Al menos la jornada (27) más tardía de la liga, puesto que por calendario el martes (10 de marzo) fue el último día que hubo fútbol en LaLiga Santander. Ese partido, Eibar contra Real Sociedad, correspondía a un partido aplazado de la jornada 24. La Champions League intentó, viéndolo ahora, cebarnos bien para la hambruna que vendría, pero solo fue un día más tarde que el derbi vasco aplazado, tampoco nos dieron mucho.
El confinamiento nos ha privado de “la cosa más importante de las menos importantes”, como bien decía el bueno de Arrigo Sacchi. Intentó explicar lo que hoy se hace evidente, podemos vivir sin fútbol, pero no es lo mismo. Nadie ha muerto en esta cuarentena desde la suspensión de este deporte, ni de ninguno, sin embargo te deja una sensación atípica. Muchos tienen los fines de semana bien organizados en función de los partidos que se celebran, mantiene sus inestables vidas en un perfecto equilibrio que ni Thanos, su guantelete y su idea distópica del reparto de bienes consiguió.
El fútbol es una red social que mantiene en contacto a personas que solo se hablan cuando hay partido y en el mismo bar de siempre, con cerveza en una mano, mientras con la otra protesta deliberadamente cualquier decisión, sin importar el grado de duda de esta. Además no importa la repercusión que esta tenga, nunca un saque de banda se aclamó con tanta insistencia. Pero no solo los bares, el camino a los estadios, un ritual que para muchos se ha convertido en una tradición familiar. De padres a hijos, con abuelos de por medio.
El confinamiento está siendo complicado, porque a pesar del esfuerzo de Gol TV por reproducir partidos icónicos, el factor emocional, el más importante, se ha disipado al saber que sucederá en cada momento. Saber el guion de una obra que se engrandece por sus múltiples improvisaciones y giros, no es, ni de lejos, lo mismo. Sirve para analizar a jugadores, movimientos y estrategias de determinados entrenadores, pero el factor pasional es inexistente. Lo siento amigos. Ayuda, pero no es lo mismo.
El otro día vi a uno de mis hermanos en el suelo, con una esterilla en un intento de hacer deporte, para mi sorpresa, cuando yo lo vi, insistí a mi padre que se había tirado y que con reglamento en mano sería amarilla por simulación. La segunda, por cierto. Como hubiese cambiado el cuento si le hubiera expulsado. «¡Cagón!» le dije, y como era obvio, el amonestado fui yo. Además de verdad… En el momento que mi madre levantó su mano derecha (en un intento de hacerme levantar del sofá para colaborar en las tareas de casa) me levanté exaltado. Estaba nervioso, incluso una gota fría de sudor cayó de mi frente. ¿Cuál era la jugada ensayada que estaba marcando?
He olvidado como tirar una pared, siempre llegó tarde a las ayudas y mis salidas (de mi habitación) siempre dejan un hueco fácilmente aprovechable por el rival, es decir, mi hermano ocupando mi lugar frente a la televisión y con Netflix en su haber. Me siento más torpe a la hora de zigzaguear, o lo que es lo mismo, tropiezo con todos los muebles cuando a las tantas de la noche -adormilado- apago las luces y tomo camino hacia mi cama. Eso sí, el olfato goleador sigue intacto, cuando tengo un mano a mano con el portero, siempre -y no exagero- consigo ver portería, será que soy de sueño fácil.