Dentro de tres días debería disputarse la final de la Copa del Rey. Era el plan inicial pero que saltó por los aires cuando el SARS-CoV2 y su enfermerdad asociada, llamada COVID-19, empezaron su campaña de terror por todo el planeta. Logró paralizar eventos que parecían imposibles de paralizar como el fútbol, congresos y otros actos multitudinarios y la final de la Copa no iba a ser menos. La RFEF como era obvio, la aplazó sine die, aunque desde entonces no han parado de surgir fechas.
Se hablaba hace semanas que el 5 de agosto podría ser una buena fecha. La evolución de la pandemia, que no desaparecerá en bastante tiempo y más allá del propio 5 de agosto y que jugar en el Estadio de la Cartuja lo desaconsejaron totalmente. Aun así la posibilidad de jugar sin público, algo repudiado por ambos clubes, aficiones y la RFEF, empezó a estar sobre la mesa. La final debe disputarse y hay que dar una solución a un problema que sigue latente.
«Deberíamos olvidarnos hasta bien pasado el verano de todo lo que sean aglomeraciones como las que se dan. Conciertos de música, acontecimientos deportivos o mitines políticos… incluso no se debería ir a la playa en verano», señala Pere Godoy hoy en Radio Euskadi. Este médico es especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública, además del presidente de la Sociedad Española de Epidemiología.
Para él, una autoridad sanitaria de prestigio, la final no se podrá celebrar con público hasta bien pasado el verano. «Todo evento que suponga grandes aglomeraciones de personas, como en los acontecimientos deportivos, lo prudente sería esperar hasta bien pasado el verano. En mayo y junio aún va a haber un elevado porcentaje de la población que va a ser susceptible a este enfermedad. Yo recomendaría que se jugara en otoño», sentenció Godoy.