En los últimos días escuchamos a los representantes de La Liga y de la Federación Española de Fútbol pelearse por quien alza más la voz para marcar un día para que el balón vuelva a rodar sobre el verde.
Ni en una situación crítica, los máximos dirigentes del “deporte rey” en España son capaces de sentarse, respirar y competir en el mismo equipo. No son capaces de dejar a un lado su bolsillo y luchar por un bien común. En un mundo en el que los niños no salen a la calle a disfrutar, ni van a los colegios a aprender; los trabajadores viven agarrados por el cuello porque sufren para llegar a fin de mes; un lugar incierto en el que no sabemos si mañana podremos salir a respirar aire fresco o si seguiremos viviendo entre cuatro paredes; en el que no conocemos qué pasará, pero en el que todos intentamos arrimar el hombro para luchar por un bien común: superar el virus. En ese mundo, los máximos dirigentes del “deporte rey” en España dan la espalda.
Su interés va más allá de que los jugadores, entrenadores y demás trabajadores del ciclo futbolístico estén gozando de buena salud, estén entrenando bien… su interés es: reanudar los partidos cuanto antes porque ¿cómo va a quedar la liga sin jugarse? ¿qué locura es esa? En el resto de deportes han sufrido cancelaciones y cambios de fechas en campeonatos internacionales de gran calibre. Me imagino que en los deportes individuales ese mazazo duele más que en un deporte colectivo porque la sensación de haber trabajado y de haberte esforzado para luchar por un objetivo que tenías al otro lado de la puerta se te acaba de escapar y, quizás, era tu última oportunidad. Supongo que eso afectará más.
Ya sabemos que la gran fiesta deportiva a nivel mundial se ha pospuesto, ese evento que es capaz de reunir a casi todos los países. ¿Quién se iba a imaginar que unos Juegos Olímpicos se verían superados por esta pandemia? Y es que al final, el futuro es incierto. De un día a otro vemos en los medios de comunicación cómo mueren un montón de personas. Hablan de miles como quien dice un par. Pero eso no importa en el negocio futbolístico, porque lo más importante, ahora mismo, es que se reanude la liga. ¿No son capaces de dejar de mirar su propio ombligo incluso cuando nos sacude una crisis sanitaria que nos afecta a todos? Al final, incluso en plena pandemia, el fútbol sigue siendo un negocio.
¿Y el fútbol femenino?
Ay, perdón, se me olvidó especificarlo porque por mucho que nos cueste, tenemos que seguir haciendo una división para que nos entendamos. Estaba hablando del fútbol masculino. Porque ¿qué pasa en el fútbol femenino? Hasta ahora estaban un poco ajenas de esos intereses monetarios, pero últimamente vemos cómo la prensa deportiva del fútbol femenino saca titulares en los que se ve claramente cómo la guerra económica le gana el partido por goleada a la deportiva. El Convenio Colectivo resulta que tenía letra pequeña. Su artículo 20 no para de traer polémica. Las jugadoras menores de 23 años tienen derechos de formación, por lo que su fichaje ascendería a precios inviables para los equipos. Al final, los clubes terminarán siendo como una cárcel para las futbolistas ya que, en lugar de dejarlas ir para que sigan progresando, se agarrarán al precio de su formación porque… todo es negocio.
La polémica va más allá. Ahora los sindicatos de las futbolistas y los clubes, Futbolistas ON, Asociación de Futbolistas Españoles (AFE) y Asociación de Clubes de Fútbol Femenino (ACFF), se pelean por si la cláusula es nula o no por estar presentada fuera de plazo; o cómo hay clubes que, al no formar parte de la ACFF, como son el CD Tacón, el FC Barcelona y el Athletic Club no les afectaría las compensaciones.
Paralelamente a esto, la prensa deportiva se está haciendo eco de fichajes y acuerdos con clubes que, algunos lejos de ser reales, afectan más a las futbolistas. Hace días conocíamos que, por ejemplo, Damaris Egurrola se quería ir del Athletic; más tarde saltaría la alarma con que su mirada estaba en el FC Barcelona y, al día siguiente, su objetivo era el Real Madrid (o el CD Tacón si hablamos de esta temporada). Actualmente, la jugadora aún no se ha pronunciado de su futuro y sigue teniendo contrato con el Athletic. Pero, eso sí, su salida se ve más fácil, ya que no tendría cláusula de formación. O igual vuelve a dar un giro de 360 grados y al final sí se la pide, porque el fútbol femenino también es un negocio.
Lo que no me queda muy claro es dónde, dentro de toda esta competición de billetes, quedan los propios futbolistas (entiéndase esto como futbolistas hombres y mujeres que tenemos que seguir haciendo aclaraciones para que quede claro). Los que nos hacen disfrutar con sus pases, sus disparos, sus regates, entradas, goles y paradones. Esos que son capaces de unir un país, como ese gol de Iniesta que nos dio una estrella o ese tanto de Jenni Hermoso ante las mejores del mundo que nos hizo creer que sí podíamos. Los que son capaces de llenar estadios y conseguir las mejores audiencias televisivas. No sé dónde quedan ellos a la hora de tomar directrices como el inicio inmediato de la Liga, poner cláusulas millonarias a las futbolistas jóvenes, montar una pelea para fichar a un jugador… Al final está claro que ni en plena pandemia, el fútbol deja de ser un negocio.