La ambición es una cualidad que en una buena medida mejora a un individuo a un colectivo. Pero como un exceso de la misma puede derivar en una confianza inexistente en ciertas aptitudes y capacidades que no son tal. En esto no debe caer el Málaga con la llamada de varios integrantes del vestuario, casos de Sadiku y Munir, de que hay que pelear por entrar en los seis primeros.
Es cierto que antes de la paralización de la competición, el estado de forma del equipo incitaba a pensar en mirar arriba y no abajo. Eso es bueno, pero empezar a vender el mensaje de play-off es peligroso ya que el estado de forma en el que volverá el equipo será una incógnita como el de sus 21 rivales. El equipo se encuentra ahora mismo más cerca, de hecho bastante más cerca, del descenso que de la promoción. Tres puntos sobre la zona peligrosa y a ocho puntos -con siete equipos entre medias- del play-off.
Ahí entra la prudencia. El mejor puesto del Málaga este curso en la tabla ha sido el sexto que ocupó en las dos primeras jornadas, cuando la tabla está aún formándose. Desde la jornada 4 hasta la 25 el Málaga nunca estuvo por encima del decimocuarto puesto que ocupa actualmente. El reto para llegar al play-off es tan mayúsculo que no habrá margen de error. De los 33 puntos que restan, el Málaga debería obtener del orden del 75-80% de los mismos. Ser ambicioso siempre está bien. Pero en su justa medida, sino esa ambición puede convertirse en temeridad.