El Atlético de Madrid lleva ya varios días cumpliendo la primera fase de entrenamientos del protocolo de LaLiga. Entrenamientos individuales pensando en un regreso a la competición que se dará en el segundo o tercer fin de semana de junio. Serán dos meses de competición -ya que el club colchonero está en cuartos de final de Champions- frenéticos y claves. Y es que el Atlético de Madrid se juega poco menos que la supervivencia de su modelo en apenas ocho semanas.
El objetivo es la supervivencia de un club que se ha demostrado con la actual situación vive casi al límite en lo económico. Obligada la entidad atlética a hacer un ERTE y negociar una reducción salarial con su plantilla para no peligrar sus cuentas. Ese fue el primer match-ball, pero falta otro para asegurar un futuro lejos de un mar embravecido; estar en la próxima edición de la Champions League.
Los ingresos económicos que conllevan la participación en el máximo torneo continental son básicos para la entidad. No solo para la futura planificación, sino también para mantener el actual modelo que le ha llevado a pelear con los grandes del continente y ser ya tratado como uno de ellos. De no lograr ese objetivo vendrán tiempos muy duros. Los recortes que tendrán que hacer ya de por sí en caso de no clasificarse se verían agigantados por la situación económica que subyace de la pandemia del coronavirus y que, por ahora como decíamos, ha esquivado.
En caso de que no se llegue a la Champions por una de las dos vías posibles (liga o la propia Champions), el Atlético se vería obligado a aplicar fuertes recortes y también buscar nuevos ingresos de emergencia. Esos, por ahora, solo podrían producirse por ventas y traspasos. Unos que desde luego el no desearía acometer, como podrían ser las de Thomas, Saúl o Correa por citar algunos nombres. En definitiva, el Atlético no solo se juega el presente este verano, se juega también su futuro.