El Real Betis Féminas se fundó en 2012 y desde entonces hasta la pasada campaña su trayectoria no había dejado de ser ascendente. Darle continuidad a esa dinámica no parecía fácil, porque el sexto puesto de la temporada 2018-19 había dejado el listón bastante alto y, además, el Betis había perdido en verano a la entrenadora María Pry, auténtica alma mater del equipo desde su creación, así como a dos jugadoras fundamentales: Rocío Gálvez y Virgy. También causaron baja en el club Clau Blanco, Andrea Blanco, Marta Pérez, la portera japonesa Erina Yamane y Yaiza Ralea Yiyi.
Para empezar, de cara a la nueva etapa la sensible baja de María Pry en el banquillo fue cubierta por Antonio Contreras, un entrenador que venía de descender con el Málaga CF, pero que tenía una dilatada experiencia en la máxima categoría del fútbol femenino nacional. Aparte, antes de iniciarse la pretemporada, el club realizó un buen número de fichajes que tenían como objetivo apuntalar la tendencia ascendente a la que se había acostumbrado la afición. Así pues, pasaron a integrar las filas verdiblancas Martina Piemonte, Marina Fedorova, Michaela Abam, Ana Hernández, Rosa Otermín, Marta Perarnau, Marta Cazalla y Maikerlin Astudillo, así como la portera Méline Gérard. En apariencia las bajas se habían cubierto con jugadoras muy solventes.
Pese a esto, las cosas empezaron mal para el Betis, ya que sufrió tres derrotas en sus tres primeros choques. Antonio Contreras lo tenía claro, de manera que armó un equipo que fuera a por los partidos y no regalara ni un solo punto, con la idea de cumplir con el objetivo de continuar creciendo. Sin embargo, la realidad que se encontró al inicio de la temporada le cogió totalmente desprevenido y no supo reconducir el barco en ningún momento. Tres fueron, principalmente, los problemas que cercaron a Contreras, uno por línea: en primer lugar, la baja de Rocío en defensa fue más sensible de lo esperado, Cazalla, que estaba llamada a ser su sustituta, no se amoldó rápido al grupo y Van Dongen, que venía de estar a la sombra de Rocío, tardó en coger los galones.
En el mediocampo, Irene Guerrero, el motor bético en años precedentes, empezó menos lúcida de lo que acostumbraba.
Por último, en ataque los fichajes no acabaron de cuajar, de manera que a las jugadoras les costaba un mundo crear jugadas de peligro y, sobre todo, materializarlas. En resumen, el equipo que manejó Contreras en el inicio de la liga había perdido enteros con respecto al del curso anterior y, en la práctica, tenía menos jugadoras determinantes. Ante esa tesitura, el entrenador, lejos de reconvertir su idea inicial introduciendo cambios en su planteamiento, se empecinó en jugar con un sistema que dejaba al desnudo la tremenda fragilidad defensiva bética, su falta de acoplamiento y su dificultad para hacer goles. Su coartada durante varios meses fue que sus futbolistas daban la cara y perdían en el descuento o en el tramo final de los choques, recibían goles de penalti, fallaban los que le pitaban a favor,… Los partidos del Betis siempre estaban igualados, pero la balanza acababa indefectiblemente del lado del rival, la sangría de puntos no parecía tener fin y las verdiblancas se fueron deslizando poco a poco hacia el fondo de la clasificación, hasta que cayeron en puestos de descenso.
En diciembre los nervios atenazaban ya a las jugadoras, que no atisbaban cambios y veían como, a pesar de los buenos augurios iniciales, marchaban sin freno hacia el abismo. Contreras le puso ganas, pero cometió errores de bulto en momentos puntuales y en ningún momento supo adaptar a la realidad la idea con la que había empezado la temporada. Finalmente fue destituido a finales de diciembre, después de que su equipo hubiera sumado tan solo una victoria en 13 partidos.
Por fortuna para el Betis, el cambio de timón se realizó a tiempo. El primer acierto fue fichar para el banquillo a Pier Luigi Cherubino, un entrenador con una limitada trayectoria en los banquillos, pero que tenía dos factores a su favor: en primer lugar, su única experiencia dirigiendo un club de fútbol femenino había sido un éxito. En segundo lugar, su propia carrera como futbolista le avalaba. No en vano, Pier fue internacional por España y jugó 227 partidos en primera división, entre ellos los que disputó durante sus dos brillantes años en el propio Betis, donde dejó un gran sabor de boca. Era, por tanto, la persona perfecta para elevar la moral desde el primer día.
Por otro lado, por suerte para él, se encontró un equipo nervioso, pero que estaba más ensamblado atrás que a principio de temporada, circunstancia que Contreras no había sabido aprovechar. Así pues, en defensa Van Dongen había cogido las riendas, como corresponde a una jugadora que venía de ser subcampeona del mundo con Países Bajos, Cazalla había tenido tiempo de aclimatarse y las laterales Paula Perea y Nuria Ligero parecían mucho más coordinadas con las centrales. En la portería, por otro lado, Gérard había sacado a relucir su tremenda categoría. Partiendo de esa base, Pier comenzó por apuntalar la retaguardia del equipo, como primer paso para empezar a sumar puntos. A diferencia de Contreras, que no se atrevió a mirar atrás como paso previo a avanzar con fuerza, Pier no tuvo reparos ni complejos en jugar hasta con siete jugadoras de corte defensivo, más la portera, en los momentos en los que amarrar los puntos era básico. Por otro lado, la otra clave fue su capacidad para saber manejar los tiempos de los partidos, de cara a aprovechar los pocos goles que era capaz de marcar el equipo. El resultado fue que el Betis comenzó a sumar puntos fundamentales ante rivales directos y, a pesar de que había estado hundido, llegó al parón por el Coronavirus fuera de los puestos de descenso.
Nunca sabremos qué hubiera ocurrido si se hubiesen podido jugar los nueve partidos que quedaban para terminar la temporada. El pasado mes de mayo la misma se dio por terminada y finalmente no ha habido descensos, pero en el Betis pueden decir que lograron salvar los muebles por méritos propios. Su puesto 12 en la clasificación final avala su aceptable última parte de la liga. Ahora le toca mirar hacia adelante para volver a la senda del crecimiento, la cual nunca quiso abandonar. En conjunto, el año no ha sido bueno, pero finalmente muchas jugadoras han mostrado destellos de lo que son capaces de hacer, por lo que la base parece de garantías. Aun así, de momento el club solo ha movido ficha para renovar a Nuria Ligero, a Rosa Márquez y a Paula Perea, tres pesos pesados dentro de la plantilla. Por otro lado, aún no ha habido fichajes ni se han confirmado bajas. Sin embargo, si el Betis retiene a las mejores jugadoras que tiene en defensa y mediocampo, y logra fichar con acierto para paliar sus puntos débiles en ataque, el equipo de Pier puede volver el próximo año a mirar la clasificación desde arriba.
Por @enolevasynyt