Una de cal y otra de arena
Villarreal-FC Barcelona | Domingo, 4 de julio de 2020, 22 horas | 34ª jornada de LaLiga Santander | Estadio: Estadio de la Cerámica, Villarreal, Castellón | Árbitro: Carlos del Cerro Grande, del Comité de Árbitros de la Comunidad de Madrid
Eso de una pandemia mundial que ha paralizado el mundo no se lo esperaba nadie, ha sido un giro de guión bastante fuerte de la serie «2020», la cual está dando bastante que hablar. Este parón le ha dado a todos los equipos, en teoría, un tiempo extra para rearmarse.
Como hemos podido ver a lo largo de estas jornadas, hay conjuntos que han vuelto del parón mejor y otros peor. De hecho, el encuentro entre castellonenses y barcelonistas supone una representación ideal de polos opuestos en cuanto a dinámicas: El Villarreal ha vuelto mejor que nadie del confinamiento luchando por puestos Champions mientras que el Barça tiene la Liga bastante difícil a 4 puntos del Real Madrid.
Hablemos, primero, del Submarino Amarillo. Están que se salen, no nos vamos a engañar. El Villarreal, tras su victoria en el Benito Villamarín, suma 16 puntos de 18 posibles y tiene la Champions en la punta de los dedos. Ya va quinto y su próximo objetivo es, sin duda, la cuarta posición del Sevilla. Con el 4-4-2 al que nos tiene acostumbrados Javier Calleja el equipo ha hecho gala de una competitividad de la que careció en el pasado su conjunto, pero este año se han recuperado y vuelven a estar peleando en la zona media-alta de la tabla una vez más, algo que habla muy bien de la regularidad del club a pesar de contar con (aún) poco recorrido en la élite del fútbol español. Con los renacidos Cazorla y Bruno (un placer volver a disfrutar de ellos), el desborde de Ontiveros y Chukwueze, el pulmón que es Anguissa o el olfato de Bacca, del exazulgrana Paco Alcácer o del que probablemente será el nuevo ganador del Trofeo Zarra Gerard Moreno… Los amarillos intentarán romper esa racha de 13 años sin conseguir ganar al Fútbol Club Barcelona en casa.
Para la cita el técnico contará con la principal duda de Iborra, que se cayó de la convocatoria para Sevilla a última hora por una lumbalgia. El espigado centrocampista, a pesar de todo, parece que tendrá pocas opciones de entrar en la alineación.
Respecto a Can Barça qué decir que no se haya dicho ya. Es la casa de los líos y el equipo da síntomas clarísimos de agotamiento desde hace bastante tiempo, pero ni siquiera un parón de 3 meses les ha servido para tomar aire. Una plantilla mal confeccionada y demasiado veterana no está llevando bien jugar cada 3 días y a los culés se les está haciendo muy la recta final de la Liga. El impulso que se buscaba con la llegada de Quique Setién no ha tenido lugar porque no dan para más, el técnico cántabro intenta proponer nuevas cosas pero es que, repito, no dan para más física o técnicamente los jugadores. Además, la baja de De Jong ha afectado mucho más de lo que parecía en primera instancia.
Los culés son la viva imagen de la impotencia. ¿Por qué digo esto? Por mucho planteamiento que haya, el dominio que ejercen sobre el verde es virtual, realmente no están controlando el partido. Contra el Atlético vimos cómo los endebles cimientos del conjunto azulgrana no paraban de temblar con la mínima amenaza, pero lo peor llega en las segundas partes, cuando las piernas empiezan a pesar y ese dominio virtual pasa a ser un caos que no les hace ningún bien para sus intereses pero es que al final no les queda otra que abrazar esa anarquía ante la impotencia, una impotencia que provoca que curiosamente en los partidos que mejor han jugado Messi y compañía hayan pinchado, una impotencia personificada en un Luis Suárez que ya no está para ser el escudero del argentino por mucho empeño que ponga, su cuerpo no le responde al mismo tiempo que su cabeza. Y, por muchos goles que marque porque eso lo lleva el uruguayo en la sangre, es una realidad a la que el Barça se tiene que enfrentar no sólo con él, sino con otros jugadores también que ya no son lo que eran, tal y como demuestran dos niños que son uno de los pocos motivos para alegrarse de los culés. Hablo, cómo no, de Riqui Puig y Ansu Fati, quienes juegan a otro ritmo y le dan otra cara completamente distinta al equipo. Dan esperanza a un club que hace tiempo parece a la deriva y disperso, con conflictos continuos como el último con Griezmann y un proyecto que carece de unión por parte de una directiva negligente (mejor ni hablamos del caso Arthur), una plantilla desgastada y un cuerpo técnico que es el eslabón débil. Pero tal y como rezó Gerard Piqué con un tweet, «son el Barça y esto aún no ha terminado».
Quique Setién seguirá contando con su habitual bloque, recordando que Ousmané Dembélé sigue lesionado y De Jong continúa luchando contra el reloj para poder jugar algunos minutos antes de que termine la temporada. Samuel Umtiti, además, ha sido el último en caer lesionado.