Muchos de vosotros, ávidos lectores de minipantallas y adictos al clic bait constante, creeréis que lo que pasa en vuestros días es algo nuevo, más singular que nunca y que jamás había pasado con anterioridad. La ignorancia es atrevida y si está bañada en la petulancia del que se cree capaz de comerse el mundo en dos bocados, multiplica su efecto. Basta con echar la vista atrás y consultar hemerotecas, archivos de prensa escrita de cuando los periódicos solo se leían en papel, para darse cuenta que casos de perlas a la fuga, cracks que no lo son tanto o salidas buscando un mejor proyecto (económico casi siempre) no es nada nuevo en el balompié de aquí, de allá y de mucho más allá. Y el caso de Ferran Torres es uno más en un club que ha vivido esto constantemente.
Ranieri construye un equipo campeón
No retrotraeremos la vista muy atrás, no es necesario para ejemplificar y fundamentar nuestro argumento de la repetición cíclica de la historia. Los valencianistas parecemos condenador a repetirla década tras década, señal inequívoca que la olvidamos pronto.
Ranieri construyó un equipo con retales y en el que Mendieta, un currante del fútbol forjado a sí mismo, destacaba sobremanera. En torno a aquella replica de Schuster, a un dragón (Cañizares) y un Piojo(Claudio Javier) se hizo un equipo campeón, un bloque férreo, impenetrable y que corría como nadie a la velocidad de aquel punta argentino que dejó de serlo cuando sus picaduras fueron lejos de la capital del Turia. Campeón de Copa y Supercopa de España. Mejorado con Cúper y sus dos finales de Champions y llevado al extásis por Benítez y sus dos Ligas y la UEFA del 2004. Todo ello logrado sin la más mínima paz social y con los valencianistas enfrascados en luchas fratricidas que no conducían a nada.
Cracks y murciélagos vuelan lejos
Salieron Piojo, Mendieta, Farinós, Gerard y el Valencia pareció morir tras sus dos tristes pero añoradas finales de Champions. Sin embargo, cual Ave Fénix, renació para ganar dos Ligas, una UEFA y una Supercopa de Europa. Ganar para morir de éxito. De los cuatro antes citados sería más que fácil buscar fotos en la dichosa hemeroteca con sus labios acariciando nuestro querido murciélago. Todos salieron buscando «mejores proyectos» que nunca igualaron lo que aquí tuvieron. Algunos de ellos incluso fueron apodados como el escudo del murciélago por algún presidente que después se vio obligado a dejar su poltrona cuando dicho mamífero alado nos abandonó.
Del equipo que ganó la Copa del 08, solitario título en un equipo que ya languidecía, salieron Mata, Silva y Villa por necesidades del guión. De nuevo autodestrucción de un proyecto ganador y venta de más murciélagos. No había nadie de Singapur al mando pero la historia suena ¿verdad? Con el equipo al borde del descenso, los capitanes salvan la nave con el vestuario destrozado y las arcas al borde del precipicio. Mientras, la paz social, la unión del valencianismo ni nada que se le pareciese asomaba la cabeza a orillas del Mediterráneo.
Migajas para una afición hambrienta
Lo más parecido a ilusión que volvió a vivir el valencianismo fue una remontada contra el Basilea y la triste noche del gol de M’Bia cuando ya olíamos la final de la UEFA de aquel año. Lo más parecido a un murciélago que tuvimos aquellos años fue Soldado y su salida no fue mucho mejor de lo que será la de la perla de Foios a lo largo de este verano. ¿Presidente? Salvo, un héroe sin capa elevado a ciertos altares mediáticos y del que hoy no se sabe si engañó o fue engañado por la actual propiedad.
Singapur al aparato dígame
Entramos ya en terrenos singapurenses. Primer año triunfal de Nuno, aquel entrenador que había sacado a patadas a Pizzi en pos de la llegada del nuevo mesías asiático. El luso exprime a la plantilla y los primeros fichajes de la era Mendes se disimulan con el objetivo Champions conseguido. Todo eran días de vino y rosas. Un canterano asiduo en la selección y marcando goles. Un equipo joven y con proyección de futuro que ilusionaba a la sufrida y a la vez exigente parroquia blanquinegra. ¿Alguien dijo ilusión? ¿Alguien dijo principio de algo bueno? Pues lo siguiente ya lo saben. Autodestrucción, «cremà de la falla» y todo por el aire, de nuevo.
Cuando se toca algo que ha funcionado bien suele dejar de hacerlo y este fue el caso. De la salida de otro murciélago sí que se acordarán ustedes ya ¿no? La presidenta diciendo que no mientras su jefe y máximo accionista sacaba rédito económico a una de las últimas perlas que había dado Paterna. Paco Alcácer daba el si quiero al Barça. Que si me quiero ir, que si quiero que te vayas. La cosa es que la ligazón entre afición y equipo empezó a resquebrajarse y de nuevo vuelta a empezar.
El modelo Singapur también triunfa
Nuevo periodo de zozobra, de desazón, de desarmar lo que funcionaba y de buscar nuevas fórmulas triunfadoras. No se encontraron hasta que aparecieron Alemany y Marcelino para ponerle cordura a la cosa. Una cordura que se perdió cuando todos se emborracharon de éxito y se rompió el consenso entre la voluntad de la propiedad y la lógica de los hombres de fútbol. En ese escaso periodo de tiempo, dos participaciones en Champions y la inolvidable Copa del Centenario. Copa que más que unir, desunió a propietario vanidoso con un entrenador crecido en su propio éxito y convencido de que el apoyo popular lo hacía invencible. Pero no contó con que el fútbol de las SA no es el de los clubes. ¿Resultado? Autodestrucción y vuelta a empezar. Y otro murciélago que volará, uno más. Ni el primero ni el último. Pueden estar ustedes seguros.
@VicentSarrion