Una primera parte de ensueño tumba al colista
Los primeros 45 minutos fantásticos de los de Emery fueron, quizás, la mejor versión exhibida por su equipo. Sin embargo, la tranquilidad que los tantos de Chukwueze y de Pau Torres dieron al Villarreal también despertaron al Valladolid, que mejoró en la segunda parte.
Las dos caras de una misma moneda pueden vislumbrarse en apenas un cuarto de hora de diferencia. Los 15 minutos que duran el descanso de un partido de fútbol pueden servir, en este caso, de frontera entre el bien y el mal, de lo elogiable de lo catastrófico, aunque el orden no tenga que ser siempre el mismo. Se ha dado el caso de ver este fenómeno en el mismo espacio de tiempo: la primera parte inconmensurable del Villarreal se juntó con la pesadez del Valladolid, y a los 15 minutos se cambiaron los papeles, aunque el Valladolid no tuvo tanta puntería.
El mejor inicio de la temporada
Una versión del Villarreal que dominó desde bien pronto, aunque no hubieran oportunidades que confirmaran tal superioridad. Antes incluso de que llegase el primer gol de la noche, las jugadas se desarrollaban cerca de Masip y la defensa vallisoletana achicaba agua constantemente. El barco se hundía poco a poco, a medida que Moi Gómez o Gerard Moreno conseguían girarse, encarar y cerrar a los visitantes cerca de su área. Sin prisa alguna, sabiéndose superiores, el Villarreal no pudo meter una marcha más, pues empezó el partido con la velocidad superior metida.
Era cuestión de tiempo que el gol hiciese acto de presencia. Pedraza en jugada individual por su banda dejó atrás a tantos defensas le salieron a su paso y metió un preciso centro que Chukwueze, inteligente en el golpeo con el interior, aprovechó. Una jugada que describe el ritmo superior al que el Villarreal jugaba y en especial Pedraza, reivindicándose cuando peor lo tenía para jugar.
El 1-0 confirmó que el plan de juego de Emery era el indicado, con un ritmo alto tanto en presión como en velocidad de balón. El equipo de Sergio pasaba un momento agónico, falto de ideas y de claridad en los metros finales y, para más inri, desmontado con apenas una filtración. Los minutos precedentes al descanso fueron un vendaval: Alcácer al primer palo prolongaba un córner de Moi para la entrada fulgurante de Pau al segundo palo. Del 2-0 se pudo pasar al 3-0 en poco más de un minuto, que hubiera matado el partido si Gerard no hubiera golpeado el poste.
Los palos salvaron al Villarreal
La reacción que el Valladolid debía implementar era tan necesaria como previsible. Un equipo sin carácter defensivo y sin ideas que ofrecer del centro del campo hacia adelante tampoco era excesivamente difícil de mejorar. Sergio lo consiguió y los visitantes mejoraron hasta el nivel de igualar el encuentro e incluso reescribir el guion del partido, con una mejor presión mucho más alta y efectiva.
Como consecuencia de la notable mejoría pucelana, Asenjo por fin tuvo que emplear sus guantes. El ritmo que imprimieron en defensa permitió recuperar algunos balones muy cerca del área ‘grogueta’ que desequilibraron en ciertos momentos la balanza hacia su lado. Sin embargo, fue un ‘quiero y no puedo’ durante todo el segundo tiempo, con acercamientos peligrosos y dos disparos al poste que de nada sirvieron más que para ver cómo la resignación se manifestaba en los rostros de los jugadores.
El Villarreal no consiguió dominar como lo hizo en la primera. Si bien el Valladolid se dejó hacer, la primera parte de ensueño fue suficiente para doblegar a un Valladolid en horas bajas. El grupo de Emery dejó abierto el partido y fueron los palos quienes aguantaron la imbatibilidad, sin inteligencia para tranquilizar el partido y dejar que muriera paulatinamente. A pesar de que el VAR anuló el 3-0 de Gerard, el cuadro local se rompió en excesivas ocasiones y no encontró, en toda la segunda parte, la manera de encauzar el guion del partido como sí lo consiguió en la primera.