La primera temporada que Gregg Popovich entrenó al equipo de San Antonio, allá por la temporada 1996-1997, los Spurs acabaron con el peor balance de su historia: 20 victorias y 62 derrotas. Un año duro, asfixiante para un recién llegado a los banquillos, que sin embargo tuvo como consecuencia la llegada a la franquicia de Tim Duncan. El resto es historia por todos conocida. 5 anillos en 15 años, y 22 apariciones consecutivas en Playoffs, hazaña sin precedentes en la mejor liga de baloncesto del mundo.
Pero todo acaba. Y en este 2020 negro, la histórica racha tocó a su fin. No se puede decir que haya sido una sorpresa total, pues ya durante las últimas dos campañas había señales de que la brillante dinastía que había enamorado al mundo del baloncesto en 2014 era cosa del pasado, y los ecos que sobrevivían en el presente daban para competir por las últimas plazas de la Conferencia Oeste, pero para poco más.
La temporada
La presente temporada comenzaba en el sur de Texas confiando el peso de la historia a LaMarcus Aldridge (35 años) y a DeMar DeRozan (31), dos jugadores de mucho talento pero alejados de la élite de la liga. El resto del roster lo conformaban una mayoría de jugadores recién llegados a la liga (Dejounte Murray, Derrick White, Bryn Forbes, Lonnie Walket IV) y varios veteranos encargados de su desarrollo (Patty Mills, Rudy Gay, Marco Belinelli). Sin duda, un reto mayúsculo para una de las mentes más brillantes que nuestro deporte haya conocido.
Quizás demasiado. Cuando la pandemia mundial del Covid-19 irrumpió como un tornado en la liga, la clasificación mostraba un gris récord de 27 victorias en 63 partidos que solo valía para ocupar la duodécima posición del Oeste. Y esto se explica principalmente desde la defensa. En este caso, desde la no defensa. Popovich fue incapaz de aplicar su filosofía defensiva, su sello desde que llegara a la liga. San Antonio era el sexto equipo que más puntos encajaba por partido, unos escalofriantes 115,2.
Fue esta fragilidad defensiva el agujero negro por el que se perdía todo lo conseguido en la otra mitad de la pista; muy meritorio, por cierto. Y es que a pesar de jugar con un ritmo medio y no tirar -consecuencia de la construcción de la plantilla- apenas triples (tercer equipo por la cola) en esta NBA de ahora, los Spurs se las apañaron para meter 114 puntos cada noche con un 37% de acierto desde la larga distancia (ambos datos entre los mejores de la liga). Inevitable no soñar lo que podría haber pasado de haber conseguido disimular las carencias defensivas.
Y aún con todo consiguieron sacar el penúltimo billete de la Conferencia para la burbuja de Orlando. Y ahí el equipo fue otro. Tanto que se mantuvo con opciones hasta el último día de competición, cuando una derrota frente a Utah confirmó el final de la temporada y el final de la racha, a tan solo un año de la más longeva en el deporte profesional americano. En definitiva, el final a la etapa dorada de la franquicia.
El futuro
El problema inmediato que se plantea es, ¿y ahora qué? Franquicia y aficionados han olvidado ya el desierto que supone estar en la mitad de la tabla en esta liga que premia a los extremos, pero es evidente que se extiende, amenazante, ante ellos. Los movimientos previos al inicio de esta próxima temporada, esto es, previos a diciembre, pueden darnos una pista de hacia qué polo se orienta San Antonio: la temida -si bien quizás natural- reconstrucción o una nueva carga, esta vez de tintes épicos, hasta las rondas finales de los Playoffs.
Lo que sí parece claro es que Gregg Popovich seguirá por lo menos una temporada más al mando de las operaciones, y resultaría paradójico que el encargado de llevar a los Spurs hasta la tierra prometida fuese también quien los guiase de vuelta al desierto. Pero la historia es caprichosa, y a quienes únicamente la observamos solo nos queda, lógicamente, esperar.
@NBAdiccion