El 2020 del Mallorca: Una montaña rusa en Palma
Un año marcado por una pandemia mundial y una montaña rusa bermellona
El 2020 está llegando a su fin. Un año al que hay que dar carpetazo y dejarlo en el olvido. Cerrar la puerta, aprender de lo vivido y lanzar la llave lo más lejos posible es una obligación para afrontar el 2021 con ganas e ilusión. Este tortuoso año ha sido de lo más pesado para todos y el Mallorca no ha conseguido escapar de esa pesadez que ha ensombrecido al mundo desde Marzo.
Los bermellones afrontaban el inicio de año esperanzados con una posible permanencia. Justo antes de la pandemia, el equipo que en esos momentos entrenaba Vicente Moreno estaba en auge. La victoria en Ipurúa daba alas a un conjunto que tras el parón volvió a caer en la irregularidad y la inocencia. Ambas cosas desembocaron en un descenso que se veía venir desde la primera jornada.
El club volvió a bailar en Segunda División y sólo pudo compartir pista de baile con la élite una temporada. Todo lo luchado para volver a su sitio se veía desmoronado por una mala gestión de la plantilla.
Aunque parezca mentira, la pesadilla no paró al certificar el descenso, sino que solo era el inicio. Las oficinas se incendiaron cuando apareció el rumor de que el capitán del barco amenazaba con abandonarlo. Vicente Moreno quería marcharse y así lo hizo, a un rival directo. El valenciano cambió de nave y se vistió de perico traicionando a una afición que había creído en él hasta con el empate del Leganés.
Dolió su marcha, pero dolió a un más las maneras. Sin despedirse personalmente y con una carta hecha por su agencia de representación. Un ciclo idílico acabó con un portazo fúnebre. A esto, le siguió un Budimir que soñaba con jugar la Eurocopa. El croata dejó vendido a su club y se negó a jugar. El cisne se volvió egoísta y forzó la máquina al máximo para salir destino Pamplona. Ahí, a estas alturas goza de minutos y ha marcado dos goles, pero lejos de lo que había dejado en Palma.
Con estas dos marchas traumáticas, el aficionado mallorquín afrontaba la vuelta a Segunda con mucho pánico. Sin embargo, llegó Luis García Plaza. El madrileño se apoderó de una plantilla que parecía haber caído en la apatía y la hizo creer. Trabajo, felicidad y buen rollo preside la forma de ser del nuevo capitán y los resultados han llegado.
El Mallorca es un rival a batir y así lo ha demostrado. El conjunto balear se ha convertido en una máquina de ganar y de buen fútbol. Ha terminado el año segundo a un punto del Espanyol y con la sensación de poder ser líder. 18 partidos sin perder han colocado al equipo en una situación casi inmejorable. La última derrota del año a manos del Fuenlabrada queda en una mera anécdota y en curiosidad por la forma en la que se produjo.
Los bermellones confían en volver a vencer en este 2021 para conseguir el objetivo de volver a la pista con los más grandes del fútbol español. Volver a codearse con ellos es el objetivo de una plantilla que se desvive por ello.