El 18 y el 22 de enero jugarían contra Estados Unidos, aquel equipo que se enfrentó a las máximas potencias en el Mundial de 2019 y a todas las derrotó.
«El que va a ver qué pasa, pierde. La expectativa es alta, poder ganar, sumar experiencia. Que las jóvenes le quiten el miedo a la competencia internacional, eso me parece extraordinario» decía Catalina Usme, referente y máxima goleadora de la historia de la Selección de Colombia, antes de la tanda doble de amistosos en la que enfrentarían a las actuales campeonas del mundo.
Ya con años de experiencia y antecedentes, Usme no bajaba la vara, recalcaba que el roce internacional serviría para las más jóvenes, confiaba en que el equipo mostraría coraje contra las mejores más allá de saber que, en la realidad, el equipo llegaba con un panorama duro a los partidos, lógica que terminó demostrada en los dos encuentros.
Colombia llegó a estos amistosos después de año y medio sin jugar, de ganar la ya lejana medalla de oro en los Panamericanos de 2019. Las jugadoras no se habían vuelto a ver la cara, con el agravante de que, al no ser fecha FIFA, los clubes no estaban obligados a prestar a sus jugadoras, por lo que la convocatoria se tuvo que realizar entre jugadoras del medio local. Estaban varias de las más experimentadas, la mencionada Usme, Daniela Montoya, Liana Salazar, Diana Ospina y Sandra Sepúlveda, pero las demás jugadoras tenían entre poco y nada de experiencia vistiendo la tricolor.
Con todos esos agravantes se dio la lógica esperada, las jugadoras americanas mostraron su conocida templanza y derrotaron a Colombia en los dos partidos. El saldo quedó, del primero, un 4-0 y del segundo, un 6-0.
Rendimientos altos como los de Sandra Sepúlveda y Daniela Arias no evitaron que el equipo se viera lento, sin orden, con juego «a la heroica» y en búsqueda de cualquier recurso para recuperar el balón, quedaba lejana la imagen que este mismo equipo tuvo contra Estados Unidos en el Mundial de 2015 y en los Olímpicos de 2016.
Todo ocurrió ante la llamativa y pasiva mirada del entrenador Nelson Abadía, cuya presencia sólo despierta más dudas que certezas; aquel que su voz no fue conocida por los medios de comunicación; un entrenador que había sido despedido después de no clasificar con Colombia al Mundial de 2019, pero que inesperadamente, meses después, fue ratificado por la Federación Colombiana de Fútbol .
Algo quedó claro, la inactividad deja atrás a una selección que avanzó mucho en los últimos 10 años, pero que empezó a estancarse con la profesionalización masiva del fútbol femenino a nivel global y con la no clasificación al Mundial de 2019, ya que la enorme trascendencia que tuvo ese mundial, sumado a lo corta que es la liga de Colombia, dejó expuesto el actual nivel en general, pero, sobre todo, dejó expuestas a las jugadoras.
No por nada quedó el mensaje de Isabella Echeverri, una de las comúnmente convocadas y de las principales referentes en los últimos años, en su cuenta de twitter, “Quisiera decir que sea el inicio para un verdadero cambio en la estructura del fútbol femenino del país, pero ya estoy cansada de decir lo mismo. A todas las jugadoras, mucha fortaleza y paciencia. A trabajar más duro que antes, algún día tendremos la estabilidad que merecemos.”
Echeverri fue, junto a la ya retirada Melissa Ortíz, las que iniciaron, en febrero de 2019, una ola de denuncias contra la Federación Colombiana de Fútbol por el maltrato, los vetos y abandono que sufrían las futbolistas, a pesar de que todas sus colegas se les unieron y denunciaron juntas, la situación siguió igual, la liga continuó siendo de 3 meses y las convocatorias de la selección eran inexistentes o, en el mejor de los casos, una por año.
La distancia con los logros de esta generación, considerada la mejor del fútbol femenino colombiano, es cada vez más lejana, aquellas clasificaciones a mundiales y Juegos Olímpicos, los subcampeonatos de la Copa América de 2010 y 2014, la épica victoria contra Francia en el Mundial de 2015 o el empate contra Estados Unidos en los Olímpicos de 2016 sólo quedan en el recuerdo; hoy el panorama es incierto, existe un mar de dudas constante en las futbolistas al no saber cuándo se jugará la liga ni cuando existirá una convocatoria de selección, lo único claro es que, si no se hacen cambios fundamentales pronto, todo lo construido por esta generación está cada vez más cerca de derrumbarse.
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