El Celta anula in extremis la ley del ex en un insípido partido
Un gol de Murillo en la última jugada del partido igualaba el tanto de Orellana dejando a los pucelanos con la miel en los labios
El Pucela no gana un partido de Liga desde el 2 de enero de 2021 (hace 57 días, 0-1 en Getafe). Llevan siete partidos seguidos sin ganar, sumando sólo tres de los últimos 21 puntos en juego. El Celta tampoco es que sea la otra cara de la moneda. Solo una victoria en los últimos nueve partidos para los de Coudet. Tres puntos vitales por tante en juego en el Abanca Balaídos.
Arranque muy estático, clásico de posesiones largas y nulas internadas a las áreas. En este tipo de contextos se suele decir aquello de «manda el respeto». Ninguno de los dos equipos era capaz de dar cinco pases seguidos, y eso condenaba al partido al monólogo de las imprecisiones. Pérdida tras pérdida; ausencia de orden. Partido raro.
Parecía que el Celta era el primero en achuchar el área pucelana pero sin dar excesivo trabajo a Roberto. En el 17′ casi la lió Tapia. Perdió el balón siendo el último y acabó salvando Rubén Blanco el zurdazo de Weissman. A punto de hacerse el hara kiri el Celta. Esta primera ocasión dio alas a los blanquivioletas que se animaron y estiraron.
Un espejismo, pronto se volvió a la dinámica del juego lento e insípido. Lo intentó con varios centros el Celta que o bien no encontraron rematador o acabaron en manos de Roberto. Pedía un poquito más Coudet, algo más de verticalidad, de mordiente. El Valladolid llevaba el partido a su terreno. Juego tosco y lento. No aparecía Aspas ni Santi Mina, ni Brais Méndez… Nada de nada en el ataque gallego. Y, mientras, el Pucela atacaba con calma esperando cazar una.
Las imprecisiones y la presión alta del Valladolid no dejaba al Celta desarrollar el juego que quería. Buscó de nuevo su opción con un centro de Solari desde la derecha para el remate de primeras de Hugo Mallo que se marchó alto. Con el 0-0 se llegaba al descanso.
La segunda parte comenzó idéntica a la primera. Lenta y sin riesgos. En el 53′, pedía penalti el Valladolid. Balón dividido al que no llegó Murillo y pareció que impactaba en Alcaraz. Pero nada, el contacto fue muy leve y no señaló nada Medié Jiménez. Tras varios rifirafes sobre el terreno de juego llegaría la ocasión más clara para los celestes. La estrelló en el larguero Aspas. Le pegó a una falta por encima de la barrera, hizo la estatua Roberto y el balón se estrelló en la madera.
El baile de faltas no cesaba en Balaídos. En el 68′ fue el conjunto pucelano el que tendría una opción clara. Zurdazo de Óscar Plano desde dentro del área que despejó Brais Méndez in extremis. Se iba para adentro. No sería hasta el 70′ cuando la balanza se inclinaría, en este caso, hacia el lado visitante. El plan del Valladolid era atacar, aguardar, no impacientarse… Y llegó. Disparo de Weissman desde la frontal que repelió Rubén Blanco, la dejó muerta y Orellana, con la portería vacía, marcó a placer.
Tras el gol, tocaba y tocaba el Celta que ahora jugaba a contrarreloj buscando la remontada. La tensión de los tres puntos vitales en juego iba en aumento sobre el verde del feudo celeste y hubo un amago de tangana. Los visitantes querían mantener su renta y cuanto menos fútbol concediesen al Celta, mejor en su búsqueda de ese objetivo.
El gol de Orellana hacía al Valladolid salir del descenso y metía al Alavés. El Celta, que de ganar sellaba media permanencia, se quedaba de nuevo en tierra fría. Pero hasta el rabo todo el toro y en el último suspiro de partido llegaría el empate. Se le escapó la marca a Bruno, remató Murillo y batió a Roberto literalmente en la última del partido.
Salvaba los muebles Murillo y dejaba con la miel en los labios a los pucelanos.
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