Fuera de los terrenos de juego, donde el Atlético de Madrid volvió a naufragar en Champions un año más, la noticia de la semana es el divorcio abierto entre el club y Saúl Ñíguez. El mediocentro tiene cada vez más claro que lo mejor para él -y para todos- es separar sus caminos. En el club colchonero, de puertas para fuera, no tienen ninguna constancia, mientras que de forma pública el jugador y el entorno guardan silencio. Se centra en entrenar, competir y recuperar el nivel que le haría un fijo en el once para Simeone.
Pero todas las partes de puertas para dentro ven en este caso un asunto delicado. Nadie niega que, en la situación actual, con Saúl señalado tras filtrarse el sondeo que el Bayern de Munich hizo sobre su situación, la situación es incómoda. Sobre todo para el jugador que ya fue señalado por su mal rendimiento en Copa del Rey y más recientemente en el Chelsea. El hecho de verse señalado cada vez más por medios de comunicación y afición como un jugador que está muy lejos de su nivel es uno de esos argumentos que se desliza del entorno del jugador para valorar el cambio.
Pero la situación es compleja. En el caso de que llegase una oferta, el Atlético no va a malvender; pero también sabe que con el nivel mostrado actualmente tiene complicado poder hacer una gran venta. Algo que por otra parte al club colchonero le arreglaría muchos de sus problemas económicos causados por el COVID-19. Por eso a día de hoy ambas partes, club y Saúl Ñíguez, en el fondo parecen coincidir en que una salida sería la salida más beneficiosa. Pero las circunstancias del mercado hacen esa operación de tomar el camino del medio, harto complicado. El desenlace, si llega, que no es seguro, será tras acabar la temporada.