Todos somos el Athletic
Saborear la gloria, dos veces en quince días, y acabar con el amargor de la derrota es lo más humano que pueda ocurrirle a cualquiera que se preste
Ojalá fuésemos el Athletic, y al menos habríamos obtenido un triunfo, la Supercopa de España. A muchos ya les gustaría poder alardear de ser el segundo con mayor palmarés en algo, incluso muchos nos conformaríamos con ser los segundos. Algunos podríamos contentarnos con obtener un minuto de reconocimiento. Perder dos finales en un plazo de quince días, contra tu máximo rival copero y contra tu archienemigo, duele. Quizás el mero hecho de estar tan cerca de la gloria, en un período de tiempo tan próximo nos resulte dañino, muchos preferirían no estar ni cerca, perderse en el anonimato del recorrido porque son incapaces de mirar de frente a su destino y no ruborizarse.
Sin embargo, el Athletic ha sido la máximo expresión del ser humano. Siendo optimistas, cuántas veces no hemos peleado en un sinfín de parciales en una asignatura, trasnochando, renunciando, con todo el dolor del mundo, a las copas con amigos por aquel último examen. Esa prueba académica de la que al ser preguntados cómo nos ha ido, asentimos y decimos: “esto está aprobadísimo”. Unas semanas después, buscas tu DNI y tu nota no pasa del 3. Cuántas veces has coqueteado con aquella persona que te gusta, dominas la posesión, intercalas conversaciones banales con vertiginosos bailes bien pegados para, horas más tarde, ver como se marcha con su ex. Y el finde siguiente la historia se repite. Pero, sigues intentándolo.
De eso se trata. El ser humano flirtea con la esperanza, le da la mano, le invita a bailar, a pesar de saber que la noche la pasará con la realidad. Siempre la vinculamos con la crudeza, aunque, ella nunca nos dice que no. Estamos más próximos a despertarnos el domingo con una resaca horripilante, con un barreño -por lo que pueda pasar- a nuestro lado que con la persona a la que no parábamos de ponerle ojitos.
Somos más de preguntarnos a cuenta de qué venía ese último chupito, de darle vueltas a la cabeza a por qué dijiste esto y no aquello. Ahora bien, el mérito está en reponerte de una dura resaca y el sábado volver a salir. Salir con las expectativas altas y con la confianza suficiente de que esta noche será diferente. Enfrentarte a los fantasmas del pasado para dar un paso adelante cuando nadie creía en ti, aunque vuelvas a caer por ese dichoso último chupito.
No hay mayor derrota que autolimitarse por temor a no dar la talla, reflexionar más de la cuenta menospreciándose a uno mismo, eso sí es de perdedor. Intentarlo y fracasar es lo normal. Decidir afrontar una situación tras haber recibido una dura reprimenda, y sobre todo reciente, me resulta de vencedor, de tener personalidad. Antes de ver la primera ocasión de De Jong al palo, un alto porcentaje de espectadores, no necesariamente aficionados del Athletic, pensaron que el Athletic podría vencer a un equipo -claramente- superior.
He ahí uno de los triunfos del ser humano, convencer a una multitud por tu comportamiento, por tu determinación, por tu carácter, por tu capacidad de sobreponerte a duros reveses. Quizás, si el Athletic hubiese vencido a la Real Sociedad hace quince días, la cifra de quienes pensaron que podrían vencer ayer hubiese sido menor. Pero, poder convencer a un grupo de personas que, tras ser abatidos, puedes volver a recomponerte es digno. Somos más de creer en segundas oportunidades, en revanchas, en sacar fuerzas de flaqueza.
Definitivamente, el Athletic necesitará días para reponerse, una buena aspirina y litros de agua para hidratarse. Tendrá un dolor de cabeza terrible y todo le dará vueltas. Seguro que la sensación de haberse esforzado para nada rondará por muchas cabezas, pero, obviamente, no fue en vano. Y es que al final, la última de las finales perdidas, correspondiente a la edición actual, el Athletic ha tenido que ir contracorriente, demostrando su espíritu y garra, enseñándonos que para ser ganador hay que creerse ganador. Luego se ganará o no, se aprobará o no, se conseguirá el trabajo o no.
Mientras algunos verán al Athletic como un fracaso porque son incapaces de mirarse al espejo y seguir enfrentándose a lo que más humano nos hace: el fracaso. En un elevado porcentaje de probabilidad el equipo se levantará, como cualquiera de nosotros lo hace después de suspender, de no conseguir el puesto de trabajo o de la peor de nuestras resacas, y seguirá avanzando. Y con la mayor de las certezas, una noche, como le ha tocado llorar dos veces en quince días, la realidad, que no siempre corresponde a nuestros deseos, la esperanza y las expectativas se alinearán y darán otro título a los leones. Pero, mientras, como el resto de nosotros, te lavarás la cara y continuarás trabajando duro, ya que el esfuerzo no te garantiza el éxito, aunque te deja más cerca.