Mientras los Celtics dejaban paso a los Nets en la primera ronda de los Playoffs, sin ser capaces de presentar apenas batalla, en la planta noble del Garden tomaba forma el cambio de ciclo de la franquicia de Massachussetts.
Sin que la derrota en Brooklyn pudiera sorprender a la sufrida parroquia céltica, los aficionados verdes conocían la retirada de Danny Ainge, después de casi 20 años al frente de las operaciones deportivas de la franquicia. Pero si la retirada del ejecutivo de Oregon pillaba desprevenidos a la mayoría de aficionados, su sutituto ha supuesto toda una sorpresa, con Brad Stevens dando el paso desde el banquillo al despacho.
La eterna vuelta a 2008
El regreso de Danny Ainge a Boston (2003), dónde ya hizo historia como escudero de Larry Bird en la pista, no fue especialmente sencillo, tras los horribles años 90 de Pitino. Después de un inicio ilusionante junto a Chris Wallace, un cambio de propietario en la franquicia propició que se conviertiera en la figura dominante (y solitaria) en los despachos del Garden, dando lugar a una dura etapa inicial con más fracasos que éxitos. Harto de malas experiencias en el Draft, en 2008 vería la luz el mítico Big Three, con el traspaso que traería a Ray Allen y Kevin Garnett a orillas del río Charles. Con este movimiento, y de la mano de Doc Rivers en el banquillo, Paul Pierce tendría por fin aliados de gran nivel y el techo del Garden vería colgar una nueva bandera de campeones de la NBA, después de 22 años de dura sequía. Esta gestión le valdría al flamante GM de Boston el premio de ejecutivo deportivo de 2008 en la NBA.
Con el anterior ciclo agotado, Ainge se puso manos a la obra en la reconstrucción de los Celtics. Y la piedra angular sería un jovencísimo entrenador de Indiana: Brad Stevens. Tras un periodo de resultados mediocres, entre 2013 y 2016, la llegada de Isaiah Thomas revitalizó a una afición decepcionada, lo que unido a las elecciones en el Draft de Jayson Tatum y Jaylen Brown, iniciaba una etapa de optimismo en Boston. A partir de aquellos brotes verdes, Ainge movió ficha e inició la construcción de un nuevo tridente, pero la inoportuna lesión de Hayward y el extraño comportamiento de Kyrie Irving echaron por tierra un proyecto en el que sólo cumplió con las expectativas Al Horford. Después de este intento, Ainge nunca recuperó la confianza de la afición y, tras algún susto cardiovascular, es fácil de entender que haya decidido dar un paso a un lado.
Nuevo entrenador y mucho trabajo
En su nueva posición, Brad Stevens no sólo tiene que encontrar a su propio sutituto en el banquillo, sino que debe enfrentarse a la difícil tarea de mejorar la plantilla para volver a ser un contendiente por el título medianamente convincente. Un trabajo lleno de trampas y dificultades que pondrán a prueba al novato General Manager desde el primer minuto.
Aunque durante la mediocre campaña 20-21 la pandemia y las lesiones han masacrado a los Celtics, seguramente más que a ningún otro conjunto de la NBA, la desequilibrada composición de la plantilla ha jugado un importante papel. Y para solucionar ese problema, las opciones de Stevens no parecen demasiado flexibles. Romper el duo Tatum-Brown parece poco probable y traspasar a un devaluado Kemba Walker (por algo interesante) tampoco parece viable. La finalización de contrato de Smart, en último año, le señala como el jugador más propicio para un traspaso, aunque el tejano es el alma del equipo. A su vez, el movimiento por Fournier no parece nada claro que se produzca, mientras que Thompson también aparece marcado para una posible salida.
En cuanto a los jóvenes talentos, Robert Williams III parece llamado a continuar, mientras que Pritchard, Grant Wiiliams o Aaron Nesmith tienen un gran margen de mejora. Carsen Edwards, por su parte si que parece haber agotado su crédito y Romeo Langford es aún un enigma, aparte del contrato más alto de las «promesas» del equipo. Todo un galimatías de difícil solución, con el impuesto de lujo a la vuelta de la esquina.
Tatum es el camino
De todo el mar de dudas que rodea a la franquicia de Bean Town, al menos de puertas hacia fuera, la unica certeza es Jayson Tatum. Su progresión no vislumbra un límite y su capacidad para liderar al equipo en los peores momentos empieza a ser fiable como un reloj suizo. Ha pasado de candidato a rookie del año a All Star consolidado y All NBA en tan sólo 3 temporadas. A sus 23 años apunta maneras de ser, posiblemente, el jugador que marque el paso de su generación y un más que probable futuro inquilino del Hall of Fame.
Lo cierto es que en las oficinas del Garden ya saben lo que vale Tatum (probablemente lo tuvieron claro antes que nadie), así como tienen claro que deben construir un equipo ganador a su alrededor antes de que el alero de San Luis termine cansándose y buscando mejor compañía en otra franquicia.
Con este panorama, los Celtics tienen la obligación de ser atrevidos y acertar en sus movimientos, borrando los errores de las últimas temporadas y recuperando la gloria perdida de los años dorados del Garden. Casi todo es posible este verano y el relevo en la planta noble puede que no sea la última sorpresa de la post temporada.