Los Celtics, han comenzado la temporada 21/22 de forma errática, acumulando más derrotas que triunfos (2-5) y con malas sensaciones en el juego y la química del vestuario. Un mal inicio de proyecto que ha caído como un jarro de agua fría a una afición que, tras el triste curso pasado, no va a tener excesiva paciencia.
Como podría haber sido previsible, la adaptación de Ime Udoka, no sólo al banquillo de Boston, si no a su primer empleo como entrenador jefe está siendo especialmente complicada. Un hombre con carisma y personalidad, del agrado de los líderes del vestuario céltico, aunque con escaso bagaje como técnico. No obstante, las dificultades están siendo aún mayores de las previstas inicialmente, y la franquicia del Leprechaum está más cerca de la cola de la clasificación que de los aspirantes al título.
Datos procupantes
Un inicio tan poco prometedor, acumulando 5 derrotas en 7 encuentros parece suficiente para valorar este comienzo de los Celtics como uno de los más decepcionantes de la era moderna. Todo ello después de un verano que prometía revolución y ha quedado en una pretendida evolución, con Stevens saltando de un banquillo caliente a un despacho en llamas y dejando al timón al valiente pero inexperto Udoka. Y precisamente, del entendimiento entre el nuevo entrenador y su plantilla, dependerá que la nave encuentre el rumbo en medio de la tormenta.
Una tempestad que ha dejado al descubierto los puntos débiles que ya se vislumbraron la pasada campaña. Siendo el primero y más acuciante la débil defensa bostoniana, que ostenta el dudoso honor de peor retaguardia de la NBA (en puntos totales encajados). Pero si ese dato podría resultar engañoso, habiendo disputado 5 prórrogas, el hecho de tener el 6º peor net rating de la liga y ser uno de los peores conjuntos encajando puntos en transición, pone a la defensa de los de Massachussetts en evidencia.
Por otro lado, el juego de ataque tampoco está brillando precisamente. Con un movimiento de balón poco fluido y, por momentos, inexistente, el procentaje de acierto en el tiro tampoco está siendo una maravilla. Dentro de los lanzamientos a canasta, la falta de acierto en el tiro lejano está comenzando a ser realmente preocupante, alcanzando su culmen en Washington (2 de 26 en tiros de 3 puntos). Y mientras, en el apartado individual, Brown (26,7) y Tatum (25,7) están cumpliendo con una aportación ofensiva tan eficaz como estéril, en la que echan en falta más pases de canasta hacia sus compañeros.
En el debe del recién estrenado técnico están los defectos en el juego del equipo, que puede estar comprensiblemente verde aún, pero algo más inquietante es su falta de confianza en la profundidad de la plantilla. Y es que Udoka a hecho gala de una rotación muy exigua, condenando al ostracismo a jugadores como el joven tirador Aaron Nesmith (flagrante su ausencia en el desastre en el tiro exterios ante Wizards), o jugadores de rotación contrastaados, como Juancho Hernangómez y Enes Kanter. Un uso corto de la plantilla que se podría entender cuando las cosas funcionan pero que es más discutible en este mediocre comienzo.
Un vestuario tenso
Es bien sabido que, con las victorias, el viento sopla a favor y los defectos pasan desapercibidos. Por contra, en cuanto vienen mal dadas, no hay ventanas suficientes para airear el vestuario y disipar un ambiente cargado, viciado de disputas recientes. Lejos de un tiempo de vino y rosas, la evolución del vestuario del Garden parece sumido en una persistente resaca, cuyo dolor de cabeza aumenta a cada derrota.
No obstante, la primera declaración fuera del las paredes del vestuario la lanzó el propio Udoka, apremiando a la regularidad y consistencia en el juego de Jaylen Brown, y fue interpretada de manera dramática por una prensa siempre al acecho. No obstante, el tono de las declaraciones del entrenador era casi paternal y la contestación del escolta de Georgia no pudo ser más humilde y autocrítica.
La siguiente declaración no sería tan suave, aunque saliendo de boca de Marcus Smart, no se puede esperar nada que no salga desde y hacia el corazón de sus compañeros. El escolta tejano apuntó alto, elevando la responsabilidad de las grandes estrellas de este equipo en el movimiento de balón y la fluidez del juego. Una declaración que ha caído como una bomba en el entorno de los Celtics, pero que está avalada por la esacasez de asistencias de ambos Jays y el abuso del hero ball en muchos momentos del encuentro, especialmente en los instantes finales.
Datos para el optimismo
A pesar de las adversidades y el mal juego del equipo, hay que tener en cuenta algunos detalles que invitan a un moderado optimismo, o al menos a una perspectiva menos catastrofista que la que rodea a la franquicia de Bean Town.
En primer lugar, la temporada acaba de empezar. Aun sonando a tópico, con tan sólo 7 partidos disputados de 82 parece un poco pronto para una caza de brujas. El proyecto tiene viejos conocidos pero también unas cuantas caras nuevas y, especialmente, un nuevo y novato entrenador. El tiempo es indispensable y las prisas tienen poco sentido en la NBA.
En segundo lugar, conviene analizar los encuentros de manera individual. Los Celtics han disputado un encuentro con un tiempo extra, saldado con victoria, y otras dos derrotas cosechadas después de sendas dobles prórrogas. En los dos encuentros maratonianos tuvo opciones de llevarse la victoria, pero la moneda cayó por el lado de la cruz. Tras los partidos más largos llegaron 2 derrotas muy similares, con dos desfallecimientos nada casuales en la recta final de los encuentros ante los Bulls y los Raptors. Así pues, de las 5 derrotas, 2 llegaron después de 58 minutos de batalla y otras dos a causa de las heridas de las mismas.
Así pues, no está siendo un otoño sencillo en el Garden, con nuevos inquilinos en los puestos de mayor responsabilidad de la franquicia y no pocos problemas que solventar. No obstante, aunque siempre se apunte reverdecer los viejos laureles de los viejos Celtics, que caminaban de anillo en anillo, al menos ya no son los 90′ ni Rick Pitino está (afortunadamente) a los mandos. Quizás sea conformarse con poco, recordar aquella década, pero conviene ser realista y no sobre reaccionar a las primeras de cambio.