Siempre he sostenido que la afición del Sporting no es diferente a las demás de la geografía nacional e incluso mundial. Sí, es muy numerosa, pasional, se desplaza en masa porque lo lleva en su ADN y en Gijón hay algo que no se da en muchos sitios; toda la ciudad, hasta quien no le gusta el fútbol, es del Sporting. Porque para un gijonés el Sporting es un emblema de la ciudad y lo siente y defiende como tal. Pero en lo que se refiere al hincha, al fan, al socio, al abonado o como lo quieran llamar, el perfil bastante mayoritario es como en casi todas las hinchadas.
Esto es que cuando vienen mal dadas se tiende a la crítica en su forma más peyorativa y despectiva. Ahora, con un equipo que hace solo tres semanas era líder, pero que hoy puede verse a tres puntos de la sexta plaza tras una malísima racha, se está comprobando que es así. Se están apuntando todos los focos a un David Gallego que se puede decir vive su primera crisis importante en el banquillo rojiblanco. La temporada pasada el técnico ya tuvo una racha de resultados peor que la actual. Sin embargo que las gradas estuviesen entonces vacías no permitía calibrar con fiabilidad el sentir de la afición.
No vamos a negar que el técnico sportinguista tiene varios debes en su haber. Cabezonerías en opinión de quien escribe que se vuelven insostenibles como no contar con ciertos jugadores por lo que parecen filias y fobias, la ausencia de alternativas y su inmovilismo para cambiar cosas durante los partidos. Pero hay más motivos y esos apuntan a otros ‘artistas’; los que saltan al 105×65 todos los días y en los que el técnico sigue depositando su fe ciega mientras ellos no responden como deben. Jugadores que deben empezar a mejorar su rendimiento a la de ya porque están muy lejos de su nivel.
No voy a discutir la calidad de Gragera o Pedro Díaz. Pero ambos mediocentros están lejos de su mejor nivel. De hecho el primero, ahora convocado por la sub21 en un momento que, a mi juicio, es bastante inmerecido por su actual estado de forma, debería empezar a no cometer esos uno o dos errores por partido que cuestan sustos o goles. El segundo debería dejar de ‘atecharse’ en momentos puntuales y no obligar a que sea Fran Villalba el que haga todo: desde bajar a recibir y organizar y luego llegar arriba a dar el último pase.
Cito a ellos dos por poner dos casos de jugadores que, quien lea esto, sabe están lejos de lo que pueden dar. Son jóvenes, sí, pero no por eso se les puede perdonar todo. Pero hay más casos (Berrocal, Djuka o Rodríguez por ejemplo) que están lejos del nivel que mostraron antaño y urge recuperar. Uno de los más flagrantes está bajo palos y no solo porque no esté parando como otros años. Un portero debe dar seguridad a su defensa y es algo que Mariño este año no está dando. A todos ellos, espabílense. Porque si esto no mejora y se gasta la carta del relevo en el banquillo en algún momento, ya no tendrán escudo.