El Real Madrid, que solo necesitaba un simple punto para proclamarse campeón de LaLiga, se enfrentaba al RCD Espanyol dirigido por Vicente Moreno en el Santiago Bernabéu.
Cibeles ya se encontraba adornada, preparada para recibir a su club, con el trofeo en las manos. Ambos equipos entraban al terreno de juego y el saque de honor era efectuado por Rafa Nadal, reconocido madridista en una gran ocasión.
El partido comenzó y ambos equipos sabían a lo que tenían que jugar. El Real Madrid, jugando con, casi, todo el equipo, suplente, a expensas de la vuelta de semifinales contra el Manchester City, buscó jugar sobre seguro. Esta decisión, aunque controversial, era totalmente inteligente por parte del técnico italiano Carlo Ancelotti, pues un simple empate servía para obtener el título.
A pesar de esto, el peso de la falta del equipo titular, se hizo notar durante los primeros 30 minutos, donde los blancos no generaron peligro, permitiendo al Espanyol jugar cómodamente, generando varias ocasiones de peligro, principalmente bajo las botas de Raúl de Tomás y Darder.
No obstante, el ritmo de juego cambiaría con una jugada. La tranquilidad del equipo de Ancelotti desencadenó una jugada magnífica. Marcelo, quien hizo acto de presencia con los cordones bien atados, demostró porque es una leyenda del club merengue. Con un simple toque con su célebre izquierda, asistió a Rodrygo Goes, quien se adentró en el área, dejando a dos jugadores tras él, y encañonando un disparo dentro de la portería de Diego López.
Este tanto significó mucho. Los blancos tenían asegurado, por dos goles de distancia, el título de liga, además de la oportunidad de desarrollar un juego más agresivo, gracias a la seguridad proporcionada.
Desde este momento, la supremacía blanca en el campo se hizo notar totalmente. Diez minutos hicieron falta para que Rodrygo Goes, el autor del primero, amagara dentro dentro del área y batiese a Diego López por segunda vez.
A falta de un par de minutos, para el final de la primera parte, Raúl de Tomás encontró un hueco, colocando un centro plenamente peligroso para los blancos, pero que Thibaut Courtois bloquearía con seguridad, haciendo un spoiler de lo que sería la segunda parte.
El segundo tiempo comenzó y las sensaciones eran las mismas que al terminar la primera parte. Diez minutos hicieron falta para aumentar, aún más, la distancia en el marcador.
Un contragolpe claro del conjunto merengue, conducido por Camavinga, abatió a Diego López por tercera vez, tras un cañonazo con la derecha de Marco Asensio, que sepultaba el encuentro y provocaba las ovaciones en el campo, al grito de «¡Campeones, campeones, OE OE OE!».
La supremacía era clara, las ovaciones por los cambios y las entradas de jugadores como Vinicius, Benzema o Kroos eran el grito del Bernabéu.
Incluso en tal situación, había alguien que no podía faltar, el que lleva siendo el mejor del mundo durante todo el año. El pichichi de Liga, el pichichi de Champions, el que lleva 41 goles en 41 partidos. Karim Benzema, tras un balón filtrado de Isco, se internaba en el área y remataba de primeras desde el punto de penalti, tras una asistencia de Vinicius, colocando el 4-0 en el marcador.
El público del Bernabéu gritó, lloró, cantó e hizo la ola, porque, tras todo esto, el Real Madrid era campeón de LaLiga española.