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La intrascendencia en la trascendencia

Foto: RCD Mallorca

Llegados al mes de mayo, todo coge la trascendencia que merece el momento del curso. En la universidad, es el preludio a terminar los TFG, a entregar las prácticas tardías y a preparar unos exámenes finales que acaban decidiendo si tu trabajo a lo largo del año ha sido óptimo o no. Dentro de esta trascendencia, se escogen asignaturas a las que se le quitan peso, con ese típico: «Ah bueno, esta la dejo para recuperaciones y preparo bien las otras». Como si un suspenso careciese de importancia y que en julio se aprueba sin problema. Nadie lo asegura, pero se tira con ese argumento hasta que llega el día.

Así es como encaró el Mallorca su visita al Camp Nou, como esa asignatura que deja pasar porque no es tan fácil. Pero aquí no hay recuperaciones y no tiene el lujo de dejar escapar puntos, sea cual sea el escenario. El equipo de Javier Aguirre está dejando sus opciones al destino que dicte Son Moix. A priori, el guión es bonito, dos partidos en casa y seis puntos que te catapultan, casi con totalidad al ansiado aprobado general que se propone uno en agosto.

Sin embargo, los bermellones no tienen margen de error. Cualquier fallo de cálculo significa caer al precipicio del que no se sale. Repetir curso. Dejar créditos para el año que viene y no poder graduarse por eso de: «Ya se aprueba en recuperaciones sin problema».  En Barcelona tenia opciones. La envergadura del rival estaba menguada y el Mallorca hubiese podido rascar hasta sumar un punto vital en esta carrera de obstáculos. Los catalanes sintieron miedo con el gol de Raíllo, pero no hubo culminación a la reacción impuesta por Salva, Grenier, Kubo o Kang In.

La apuesta inicial fue pobre y una demostración de intenciones de lo que se iba a ver sobre el césped. El guión no cambió, ni se alejó hasta que Aguirre agitó el árbol para que saliesen los que quieren el balón. En 15′ el escenario había cambiado, pero hubo conformismo, pensando en el examen de Granada. Algo así como, «Si aprobamos el del sábado, estamos dentro». Ahora, el margen de error es mínimo. Con calculadora en mano, no puede haber ni un fallo.

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