Al Real Madrid se le escapa la Liga
La gran capacidad defensora del Mallorca obstaculiza a los de Ancelotti. Los baleares cometieron 29 faltas, diez de ellas a Vinicius. Asensio falló un penalti.
El partido le vino fatal al Real Madrid. Antes de viajar a Son Moix perdió a su mejor defensa (Militao) y a su único goleador de cuna (Benzema). Durante el calentamiento también se cayó del once Courtois, que se echó mano al aductor y desapareció por el túnel de vestuarios para no volver. Antes Ancelotti había anunciado un once sin Modric ni Kroos. La renovación en el Madrid ya es bastante clara. Parece difícil que croata y alemán coincidan fuera de los partidos importantes y será frecuente que descansen a la vez ante equipos de tamaño medio cuando el calendario enloquezca.
También Aguirre tuvo de afrontar un percance: el proceso febril de Valjent que le dejó fuera. El resto fue lo de siempre, con Ruiz de Galarreta, rematado por Kang-in Lee, vencido a la izquierda, y Muriqi. Un equipo antipático, que es el mayor elogio que pueden merecer los que pelean con su presupuesto. Y un partido antipático también para Hernández Hernández, por el rechazo del público y parte del vestuario balear hacia Vinicius. Le gritaron desde el primer balón que tocó. Le mandaron al suelo por primera vez a los tres minutos. Hizo del choque una cuestión personal y eso casi nunca sale bien. Y fue el primero en ver una amarilla por un toquecito a Maffeo.
Autogol
El Mallorca tuvo una salida feroz. Presión durísima, defensa adelantada para quitar espacio al Madrid, que es de lo que vive, abundancia de faltas tácticas y Muriqi, un delantero de combate. Él inició y casi acabó la jugada que adelantó al Mallorca. Ganó por arriba el balón con el que se fue armando el lance y lo intentó cerrar del mismo modo. Nacho, que pretendió ganar el salto imposible, tocó la pelota con la coronilla y esta describió una parábola suicida que superó a Lunin.
Antes, el partido ya era del Mallorca, en el sentido táctico y anímico. Su furia roja se imponía abrumadoramente. A veces ese empuje bordeó la ley (12 faltas en la primera parte, un tercio de ellas a Vinicius) y así lo reclamó Ancelotti, mostrando tarjetas imaginarias a Hernández Hernández. El otro fútbol le llaman. Ni a ese ni al suyo supo jugar el Madrid en esa primera parte. Un disparo de Rüdiger desde 40 metros que se marchó a la grada resumió en dos segundos la impotencia blanca. En eso y en unos cuantos córners que no condujeron a ninguna parte se quedó antes del descanso. Sus puntas no tuvieron espacio ni desborde, los laterales no empujaron y Ceballos y Valverde creyeron que no pintaban nada allí.
Un gran Rajkovic
No cambiaron los técnicos ni el panorama a la vuelta del vestuario salvo que en una jugada aislada, un pelotazo alargado por el viento que perseguía Vinicius, Rajkovic le derribó gratuitamente en el área. La pelota se le había puesto imposible ya al brasileño. Como no era el día del Madrid, Asensio lo lanzó con la zurda a su lado natural y así le pareció al guardameta, que lo paró.
En estado de excepción Ancelotti metió a Modric. Para que el equipo empezara a abusar de los centros laterales porque no se le ocurría nada mejor. Lo mismo le sucedió a Ancelotti, que tiró incluso de Mariano. También metió a Alaba como lateral, le dio el timón a Kroos y adelantó a Camavinga. Mientras, el Mallorca seguía a lo suyo: cerraba bien a diez y freía a faltas a Vinicius.
La sacudida desde el banquillo no tuvo efecto en el campo. El Madrid siguió varios peldaños por debajo en intensidad y bajo cero en creación. Toda su posesión (casi un 75%) fue apacible, en zonas intrascendentes, sin nada que ofrecer a los dos nueves, Mariano y Rodrygo, y con poca viveza para las segundas jugadas en ese asedio final con el Mallorca ya encerrado en su área. Así se le fue el partido y así comienza a escapárseles la Liga al vigente campeón.